Efectos de la prisionalización: ‘el canerazo’

El autor es profesor Universitario y miembro de Patronato de Reincorporación Social del Estado de Sonora.

Hace poco me tocó desarrollar una clase sobre lo que es la victimización y durante la preparación de la misma me encontré con algunos aspectos que normalmente son poco conocidos del victimario, el cual, al ser encontrado culpable es arrojado a una celda que comparte con otros 5, 6 o más miembros del centro carcelario, y digo arrojado por que generalmente la sociedad identifica que este sujeto que no se ha portado bien socialmente, que ha trasgredido las normas y a dañado los interés públicos o personales, “debe” pagar por sus actos.

Cabe señalar que en un centro carcelario no importa qué tan culpable o qué tan inocente eres, a ellos no les compete evaluarlo, para eso hay otras instituciones, instancias y un docto en leyes, jurisprudencias y sanciones que podrían explicarnos el tema.

Hay un hecho que normalmente las personas, como entes sociales, desconocen y es la “victimización del victimario”.

El indiciado, culpable o no, al ya encontrarse como un miembro más de la población inicia un proceso de “desvaloración del cuerpo”, comienza por descuidarse, incluso deja de bañarse o de cepillarse los dientes, existe una “depreciación de la propia imagen”, muchas de las veces acompañado de una baja autoestima así como ansiedad y miedo; si el interno es ávido de sustancias psicoactivas, normalmente muestra incremento de las mismas, muchos de ellos muestran vergüenza, ya que existe la separación de las amistades y los familiares, los hijos se avergüenzan, los hermanos se olvidan y la mayoría de nosotros desconocemos por lo que pasa un interno en el centro carcelario.

Pero hay un evento que en lo particular yo desconocía, el llamado canerazo (cabe señalar que en el caló de la prisión “la cana” hace mención a la prisión).

El canerazo sucede cuando se hace conciencia del tiempo que pasarán en prisión y de sí mismo, que realmente es lo más difícil, es así como el cuerpo reacciona de manera física, el interno refiere un ‘desguanzo’ de todo el cuerpo, “sólo quería dormir, me paraba a la lista y me dormía, cada dos días me formaba para la yegua o el rancho (comida) y regresaba a dormir”.

Tienen la percepción de apestarse desde adentro, la diarrea hace su aparición sin motivo ni razón, refieren un calor desde adentro mismo de su cuerpo que no se les quita ni bañándose varias veces al día y sienten dolor en el cuerpo, “me siento como si me hubieran pateado toda la noche”.

Hay una pérdida significativa de peso, entre 10 y 15 kilos en 2 y 3 semanas, algunos de ellos muestran mareos o sienten como si les bajara la presión.

En cuanto al tiempo de duración éste varía entre semanas y los 3 meses.

Generalmente, el día de visita o al recibir una llamada telefónica, los síntomas desaparecen por completo, cuando el familiar se va o se cuelga la llamada, la realidad regresa y los síntomas reaparezcan con mayor intensidad.

Cuando los llega a revisar un médico, no encuentra nada.

Por ejemplo: les checa la presión y está bien o normal y ellos no lo sienten así, les toma la temperatura y es normal, pero ellos se sienten calientes, y así en cada síntoma.

Desde la psicopatología podríamos identificar “el canerazo” como un síndrome hipocondríaco que se podría traducir como la manifestación física de un conflicto psicológico.

Mucho de lo que se pasa por alto es el aspecto psicológico de los internos, y no es porque en los centros carcelarios no existan psicólogos, los hay y muy preparados, pero ¿cuántos son? ¿hay 3 ó 4 para 3 ó 5 mil internos?

Sé que muchos de ellos son culpables y que merecen la condena que están purgando.

Algunos, los menos, tal vez no son culpables, pero sí son víctimas del sistema o de la pobreza que existe en nuestro país.

¿En esta pandemia mundial y en el quédate en casa pasaste por tu propio canerazo?

Me encantaría leerte.

El autor es profesor Universitario y miembro de Patronato de Reincorporación Social del Estado de Sonora.

uklarracilla@hotmail.com