¿Debiera ser difícil aceptar ayuda?

La autora es LCC por la Universidad de Sonora. CEO en i Latina Galería.

Es probable que seas tú o tal vez conoces a alguien que le cuesta mucho trabajo aceptar ayuda de los demás, desde las cosas más simples o aquellas en las que se ve realmente necesitado. Sin embargo, hay una queja inminente de que “todo hacemos solos”. Nadie nos ha dado nada, ninguno (a) nos echa una mano cuando la pasamos difícil. La queja está ahí, pero de pronto alguien brinca ofreciendo su solidaridad y la rechazamos amablemente.

Ejemplos hay muchos. Todos los días tienes montones de trabajo: juntas, reportes, atender clientes, pendientes varios… de pronto alguien de la oficina te pregunta en qué te puede ayudar a lo que sólo contestas un solemne: “no te preocupes, yo puedo hacerlo”. A veces creemos que tardamos más en explicar cómo se hace nuestro trabajo a otra persona así que mejor lo hacemos nosotros mismos. Esa puede ser una justificación de miles de formas amables que hay en esta forma de rechazo.

Pero realmente ¿cuáles son los principales motivos para no aceptar la ayuda? (escuche aquí redoble de tambores). A veces nos cuesta tanto aceptar que tenemos un problema y que no somos capaces de resolverlo solos; más aún si somos de esas personas acostumbradas a apechugar y liderar, también es probable que hayas aprendido desde la infancia a ser autosuficiente y resolver sola o solo cada conflicto o situación que requería más de dos manos para darle solución.

Luego entonces, puede que lo anterior esté basado en un “orgullo personal” en el que la exclusividad del mérito juega su parte: “yo lo resuelvo solo”; como si contar con la ayuda de alguien más te restara valor o seguridad.

Suponemos o nos convencemos que nadie puede hacer las cosas como nosotros y, debido a esto, nos cuesta delegar tareas que nos corresponden; asimismo entra el riesgo de pensar que casi cualquier otra persona puede hacerlo igual y hasta mejor que uno mismo; parece raro cuando alardeamos de que nadie es indispensable, pero a final de cuentas hay un toque de soberbia que nos deja pensando en esa gastada frase que dice “si quieres que se haga bien hazlo tú mismo”. Más que acertar, esta frase causa un profundo autoboicot.

Dejarse ayudar es de sabios

Hay también un motivo simple para rechazar ayuda y es sentirnos en deuda con quien la ofrece: sentir que si nos hacen un favor lo tenemos que devolver y, por ende, esto nos suele producir una especie de sentimiento mezclado que nos hace pensar que no merecemos ser ayudados, como si fuera un convenio o regla no dicha entre quienes ofrecen favores.

Es raro pero a veces nos sentimos más cómodos ofreciendo que aceptando la ayuda.

Permítame ponerme de ejemplo, hablar de mi caso. En estos días, época de pandemia y como propietaria de un negocio de emprendimiento, sumando la escuela en línea de mis hijas y el notable inconveniente de tener una mano rota que, aunque no sea la dominante, -y debido a mi tipo de trabajo me hace muchísima falta-, me pongo a pensar, a leer y tratar de entender por qué me es tan difícil el aceptar la ayuda de gente que me aprecia. Y sí, me identifica un tanto lo que arriba describo.

Reflexiono y descubro que aceptar es parte de sanar así que decido decirle que sí a quien sea que próximamente me ofrezca su ayuda así que piénsenlo bien si usted es de los que tienden la mano, misma que no se vale ofrecerla de compromiso… Pero ese ya es otro tema.

La autora es LCC por la Universidad de Sonora.

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