Antonino
El autor es Licenciado en Comunicación y Maestro en Tecnología Educativa.
Al terminar el partido de futbol en el campo de ranchería, Antonino Arciniega me llamó y me dijo:
“Pepito, si te dedicas a jugar y a no estar averiguando con el árbitro, vas a ser mejor futbolista”.
Con esa contundencia, Antonino entendía que el futbol no era sólo cuestión de patear la pelota.
Ese comentario no lo he olvidado y me ha ayudado no sólo a entender el futbol, sino también a comprender el juego de la vida.
De esa grandeza era ese hombre, que a una edad adulta compartía su experiencia con los jóvenes en los vetustos campos de tierra donde jugábamos futbol.
Antonino nunca se retiró del deporte, porque el futbol era parte de su vida, el balón le permitió estar vigente al lado de jóvenes que compartimos con él una cascarita en pleno mediodía.
Mientras la vida le daba fuerza y ánimo, Antonino ahí estaba con balón en mano para compartir una tarde futbolera con los plebes de Cachanía. Antonio Arciniega Muñoz nació el 10 de mayo de 1914 en la población de Mulegé.
Vivió una infancia rodeada de palmeras en un oasis que la naturaleza regaló a esa bondadosa comunidad Sudcaliforniana.
Antonino era de físico delgado, alto y de ojos saltones, cuya figura esbelta asemejaba al Quijote del futbol en el pueblo minero de la península de Baja California Sur.
Antonino disfrutaba la práctica del futbol, pero más gozaba la convivencia con los jóvenes, quienes religiosamente siempre lo acompañaron en aquellas tardes de sabrosas cascaritas.
A través de las charlas con Antonino nos enteramos de la grandeza de las Chivas del Guadalajara y comentábamos las proezas de los ídolos del momento que eran Carlos Reynoso, ‘Pata Bendita‘, ‘Pichojos’ Pérez, López Salgado, Quintana, Borbolla, Cabinho, Spencer, Leonardo Cuéllar, Muñante, Barbadillo y el inolvidable ‘Gato’ Marín .
Para mediados de los 70, la afición futbolera de Cachanía estaba dividida entre América y Cruz Azul.
La rivalidad entre águilas y cementeros generaba la mayor polémica en el ambiente futbolero del puerto.
El señor Arciniega tenía un changarro en ranchería, en el chorizo, pero a las 12 del mediodía agarraba el balón de cuero y se ponía los tacos para acudir a la cita con el futbol.
Recuerdo que cascareábamos en un terreno ubicado atrás de la secundaria ‘Manuel F. Montoya’, también lo hicimos en el estadio Hidalgo, hoy escuela ‘Benito Juárez’ y en la cancha de la primaria ‘Antonio F. Delgado’ de ranchería.
A medida que el tiempo pasaba, las piernas de Antonino perdían fuerza, transitó del balón de cuero a una pelota de menor peso.
La pasión por el futbol no cesó en Antonino, mientras el Señor de arriba le permitió mirar su ranchería y ver pasar la vida por el chorizo.
Una vida que se apagó aquel 25 de marzo de 1989, aquel triste Sábado de Gloria que la comunidad vio partir a un hombre que aún vive en la memoria de una generación de cachanienses.
El autor es Licenciado en Comunicación y Maestro en Tecnología Educativa.
FB: @Soy Pepe Peralta