Ahí se lo encargo Don Juanito: 1925-2021
La autora es coordinadora del Seminario Niñez Migrante de El Colegio de Sonora
“Y ésta quién es? Preguntó Don Juanito sentado en una silla de plástico ancha con cojines en las espaldas y en la parte del asiento, silla que sus hijos habían acondicionado para que se sintiera cómodo.
Recuerdo que estaba sentado en lo que vendría siendo el pórtico interior de la casona, era una calurosa Semana Santa en el bello Arivechi, me miraba fijamente como tratando de saber quién
era. Su guapa hija Rosenda le decía, casi gritándole al oído: “es Gloria papá, la de Efrén...” me acerqué y pregunté? “No se acuerda de mí? y sólo me miraba.
De pronto no sabía cómo explicar que era la pareja de su hijo menor o la novia, etc. etc., así que según yo, para “facilitar” las cosas, le dije: “Soy Gloria, la esposa de Efrén”,y él rápidamente contestó: “pero si no se han casado”.
El pórtico fue eco de las risas de todos. Efrén y yo carcajeamos por el destello de lucidez de Don Juanito, que en ese entonces tendría unos 92 años de edad. Don Juanito nació en Mulatos
Sonora, municipio de Sahuaripa, en 1925, época postrevolucionaria. Por lo bien parecido, diría que fue un hermoso bebé con una nariz típica de los Gil y un gran porte.
Se crió en Arivechi Sonora, donde conoció y formó familia con Mercedes Flores, mejor conocida como “ La Chatita”. El conocimiento que tengo de Don Juanito fue por su hijo Efrén.
Él recordaba a su papá como un excelente proveedor: “llegaba a la casa con sacos de carne seca y frijol”. Nunca les faltó comida, incluso la casa de Don Juanito recibió a varias personas que apoyaban para cubrir sus necesidades básicas como alimentos y lugar para pernocta.
Efrén remembraba con orgullo cómo su papá les hacía los huaraches y zapatos de piel; la ropa era elaborada por doña “Chatita”. En eventos especiales Efrén se ponía la hermosa camisa que su
mamá había hecho para él.
Ahí está todavía guardada como un tesoro.
Tuve la oportunidad de platicar varias veces con Don Juanito y muchas de las cosas que comento calaban hondo como cuando dijo: “no hay nada más profundo que la madre, ellas hicieron el mundo, les costó sufrimiento que vale más que el dinero, acabándose la madre no hay defensa alguna, sólo queda Dios”.
En estos momentos de contingencia, de dolor y luto, vale también la pena recordar lo que comentó sobre la vida: “La vida es muy bonita si la sabes vivir, teniendo voluntad, no hay segunda vida, la vida es un sueño porque cuando se muere no se vuelve a acordar de ello.
No hay nada para adelante, todo para la obscuridad.” A qué le teme Don Juanito? -pregunté- “a la pobreza” -dijo y continuó- “si ceno un plato de carne y frijoles me duermo pensando en los frijoles porque con eso me crié”.
Entendí el gusto de Efrén por los frijoles con queso regional, chile verde tatemado y tortillas de harina. Tuvimos la oportunidad de platicarlo y concluir que nuestros padres nos dan lo que
pueden, lo que tienen, con las herramientas que ellos aprendieron y no podrían dar lo que no tenían y aún así habría que agradecerles, siempre, siempre.
Los ojos de Don Juanito se cerraron el pasado 18 de febrero temprano por la mañana, muy cerca de la hora en la que murió el más chico de sus hijos: Efren. Tuve la oportunidad de ir a despedirme de él a la funeraria.
Ahí estaba con una camiseta blanca vaquera, en calma, en paz, sólo alcancé a pedirle: ahí se lo encargo Don Juanito. ¿Qué le falta por hacer Don Juanito?: “Ver a Dios, y no he tenido oportunidad para verlo”.
La autora es coordinadora del Seminario Niñez Migrante de El Colegio de Sonora.