Dr. Alfonso Ortiz Tirado, un talento desbordante

Hay seres que nacen tocados por la gracia. Hay seres cuyo talento se les desborda y hacen  con él la ofrenda más portentosa para con el prójimo. Es el caso del tenor oriundo de Álamos, Sonora, el Dr. Alfonso Ortiz Tirado.

HERMOSILLO, SON.- Hay seres que nacen tocados por la gracia. Hay seres cuyo talento se les desborda y hacen  con él la ofrenda más portentosa para con el prójimo.

Es el caso del tenor oriundo de Álamos, Sonora, el Dr. Alfonso Ortiz Tirado, cuya vocación del canto se desarrolló a la par de su vocación humanística y filantrópica. La luz que significa su existencia, lo constata su paso por la vida, de la cual su huella es profundísima. Existe, por ejemplo, el  festival de canto operístico que, por antonomasia, es el de mayor trascendencia en el país.

Hablamos aquí del festival Internacional Alfonso Ortiz Tirado (FAOT), este encuentro de canto con su nombre como estandarte. Y la historia de ya 37 ediciones avalan su trascendencia. El legado del tenor es inusitado, porque a la vuelta de décadas, su nombre representa también un bastión en la generación de intérpretes del canto operístico, en Sonora y allende las fronteras.

Porque gracias a este punto de reunión anual que se da en la Ciudad de los Portales, una gama diversa de exponentes encuentra la oportunidad de un espacio precioso para interpretar y ser escuchados por la multitud que se aglomera en uno de los escenarios de mayor prestigio en Latinoamérica.

La herencia, las acciones y sus consecuencias

Quizá Alfonso Ortiz Tirado no previó, o sí, la herencia que significaría su actitud y paso por la vida. La capacidad de darse, de poner sus manos y su voz al servicio de la comunidad, es el mayor reconocimiento que la sociedad inscribe en las páginas de la biografía del doctor.

Darse como una inercia, como un don divino. ¿Cómo interpretar su  capacidad de solidaridad cuando se invierte desde el primer centavo que se gana por su canto, en una clínica para personas sin recursos? Sus aportaciones para con la humanidad estuvieron prestas desde el ejercicio del canto, desde su capacidad en la construcción del lenguaje operístico, y en esa entereza por el desarrollo científico encaminado al descubrimiento de nuevas fórmulas para el tratamiento de pacientes con enfermedades diversas.

Como Clavel del aire, esa melodía ícono en la carrera de Ortiz Tirado, así se apersona su nombre en los callejones de Álamos. Y es su aura la que se tiende sobre los rincones cuando las voces interpretan su legado. El divertimento en su honor, la celebración de la existencia en torno al tránsito de la estudiantina, y un burro que en su enancas acarrea vino.  Cantar es el homenaje más impetuoso que se le brinda al de la voz privilegiada: Alfonso Ortiz Tirado.

Pasión por la Ortopedia

Hilvanar versos mientras se hilvana el conocimiento. Encontrar los recursos para alimentar la emoción de quienes escuchan, y a la par, encontrar y desarrollar habilidades para la reconstrucción de las extremidades: la Ortopedia,

un servicio en el cual concentró sus energías para ver andar de nuevo a los caídos en desgracia.

No escatimó, el doctor, quien nació un 24 de enero de 1893, en repartir su conocimiento, en poner a la orden de los demás, sus dotes clínicos y artísticos. Fue él quien promovió por vez primera a nivel internacional, a los compositores de talla nacional. Lo hizo sin ambages, como una inercia natural de un ave que tiende sus alas y se desplaza por los aires.

Así su voz, así su nombre, un legado para las múltiples generaciones que se abocan a escuchar o ejercer el canto. Sin la presencia omnipotente de Ortiz Tirado, quizá los caminos a recorrer serían más largos y escabrosos, para poder  cercarse a un escenario. Hay seres que nacen con la gracia de hacer de su voz un instrumento para la catarsis. De hacer con sus manos el milagro de renacer y recorrer de nuevo la vida con sus pasos.

Hay seres que no conocen la mezquindad, que dan para darse a sí mismos el privilegio de servir. Hay seres como el doctor Alfonso Ortiz Tirado, a quien la historia le puso el mote más acertado: ‘El embajador lírico de la canción’.