Una petición del Presidente y una filtración misteriosa

Una petición del Presidente y una filtración misteriosa, escribe @SGarciaSoto en #SerpientesYEscaleras.

Decía el expresidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt -por cierto tan admirado en Palacio Nacional y calificado como “el mejor Presidente de Estados Unidos” por el actual Presidente mexicano, que “en la política nada ocurre por casualidad” y que “cada vez que un acontecimiento surge, se puede estar seguro de que fue previsto para llevarse a cabo de esa manera”.

Por eso no fue ninguna casualidad que ayer lunes por la mañana el presidente López Obrador dijera que se tenían que difundir en los medios y las redes sociales los videos que Emilio Lozoya le entregó a la Fiscalía General de la República y, apenas unas horas después apareciera misteriosamente y en una cuenta falsa creada con el nombre de un hermano de Lozoya, el primer video donde se observa cómo se entregan bolsas llenas de dinero por hasta 1.5 millones de pesos, a dos personeros enviados por la cúpula del PAN en el Senado de la anterior Legislatura, uno de ellos vinculado al senador Jorge Luis Lavalle Maury.

Para la 1 de la tarde, en la plataforma de YouTube en una cuenta a nombre de Juan Jesús Lozoya Austin, presuntamente hermano del exdirector de Pemex, aparecía el primer video en donde funcionarios de Pemex en 2013 le hacían entrega, en una oficina al parecer de la paraestatal de varias bolsas de plástico con fajos de billetes de 200, 500 y 1,000 pesos a Rafael Caraveo, secretario técnico del Senado en aquel año y vinculado al senador Lavalle Maury, además de Guillermo Gutiérrez Badillo, quien era hasta ayer secretario técnico del gobernador de Querétaro y senador también en aquella legislatura, Francisco Domínguez.

Ayer mismo, el gobernador Domínguez se deslindó de las acciones de su secretario técnico y anunció su “cese inmediato” para que contribuya al esclarecimiento de los hechos.

La filtración de ese primer video, que es apenas un fragmento de las 16 horas de grabación que Emilio Lozoya le entregó a la FGR fue sin duda un movimiento perfectamente calculado, casi “una pieza de relojería” nos decía ayer un político de la izquierda.

Y es muy posible que en los próximos días, semanas y meses, asistamos a este tipo de filtraciones “anónimas” en las que nadie sabrá por dónde llegó ya no el ramalazo, sino el “videazo”, con un cronograma muy bien planeado desde las alturas y en el que nadie asumirá ni la paternidad ni la responsabilidad penal de la filtración de un material de prueba de una investigación en curso.

Es una dinámica que inevitablemente nos remite al 2004 y a los “videoescándalos” del empresario Carlos Ahumada que grabó y filtró a los medios grabaciones de varios políticos vinculados al entonces jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, recibiendo sobornos en maletines, como René Bejarano y Carlos Ímaz, entre otros.

A diferencia de aquellos videos y del terremoto político que causaron hoy, todo apunta, no habrá “nadie” detrás de las filtraciones, aunque al mismo tiempo puedan estar todos.

La primera filtración que se hizo a nombre de Juan Jesús Lozoya Austin, ayer fue desmentida por el abogado de Lozoya, Miguel Ontiveros, quien acusó que el hermano de Emilio no tiene ninguna cuenta en YouTube y que la que se abrió para difundir el citado video es falsa y lo hicieron suplantando su identidad, por lo que Juan Jesús presentará una denuncia ante la Fiscalía General de la República.

Así que Roosevelt tenía razón: en la política no hay casualidades y estamos sin duda ante una venganza que, 16 años después, cumple perfectamente aquella frase de que “la venganza es un plato que se come frío”.

Porque, si con “videoescándalos” empezó la cacería del proyecto político alternativo que desde aquel 2004 comenzó a enarbolar López Obrador, hoy con videos filtrados que también son escandalosos y quizás lo serán más que aquéllos, se abre la puerta de un proceso judicial que será histórico y que, más allá de los nombres y las personas que serán expuestas recibiendo sobornos o dinero ilegal a cambio de votos en el Congreso o de favores políticos, significa un golpe seco y duro en contra del modelo político que imperó en el país durante las últimas décadas, ése en el que el PRI y el PAN se coludieron para continuar con el viejo sistema de corrupción, privilegios y construcción de fortunas y carreras políticas a costas del dinero público y del saqueo de los recursos del país.