Golpe de Urzúa, enojo de AMLO y mensajes a Salinas y Peña

Entre la sorpresiva renuncia del secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, la enorme molestia que provocó ese “golpe bajo” al presidente Andrés Manuel López Obrador y la detención del abogado Juan Collado no hay, formalmente, relación alguna; pero tampoco fue casualidad que una cosa siguiera a la otra.

Cuando el presidente se enteró, minutos antes de las 11:30 de la mañana de la dura carta de renuncia de uno de sus colaboradores de mayor confianza, que acusaba “políticas públicas sin sustento” de la 4T y “conflictos de interés” en su gobierno, montó en cólera y, en un intento de aminorar el duro golpe político, económico y anímico, decidió dos cosas: nombrar a un sorprendido y desencajado Arturo Herrera, y que se activara un expediente que ya tenía listo y armado la FGR contra el abogado salinista y peñista.

Aun cuando el caso de Collado fue utilizado como un claro “distractor” del martes negro para la 4T, detrás de la detención del conocido abogado hay un mensaje político fuerte para dos expresidentes de la República: Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto.

Salinas es compadre de Juan Collado y mantiene con él una relación de casi 30 años, desde que Collado aceptó asumir la defensa de su hermano Raúl Salinas de Gortari, en el gobierno de Ernesto Zedillo, luego de que el abogado Juan Velázquez desistiera de su defensa.

Y en el caso de Peña Nieto, la cercanía, aunque más reciente, también es mucha y Collado se convirtió en una especie de “consejero legal” del expresidente desde que éste fuera gobernador del Estado de México.

De hecho, detrás de las investigaciones que hoy tienen detenido a Juan Collado, acusado de probable responsabilidad en delitos de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita está, primero su participación en el caso de la llamada Caja Libertad, donde estuvo metido Amado Yáñez, el dueño de Oceanografía que estuvo preso en el sexenio pasado, y Martín Díaz, el sobrino del exsecretario de Hacienda foxista, Francisco Gil Díaz.

Cuando estalló este caso, del presunto fraude de Caja Libertad, Martín Díaz se va del país junto con los hermanos Rodríguez Borgio y Juan Collado era justamente su abogado.

Pero además del origen del caso judicial, también la persecución contra Collado se desató hace varias semanas, justo después de la ostentosa boda de su hija en mayo pasado y los videos que circularon en donde el abogado departía lo mismo con Peña Nieto que con el líder de Pemex, Carlos Romero Deschamps, y tres ministros de la Corte, Juan María Aguilar, Eduardo Medina Mora y Jorge Mario Pardo Rebolledo, entre otros encumbrados políticos.

Ese video, afirman, molestó mucho en Palacio Nacional y justo después de eso se iniciaron varias investigaciones como la de Juan Collado, a quien hace algunas semanas le congelaron sus cuentas, en un claro aviso de que lo estaban investigando.

Collado había salido del país después de que le congelaron sus cuentas, se fue por algunas semanas, pero decidió regresar, al parecer confiado de que ya no procederían en su contra.

Y ayer por la tarde, mientras estaba comiendo en un restaurante de avenida Palmas, con Carlos Romero Deschamps, líder del sindicato petrolero, llegaron los agentes de la Fiscalía General de la República a cumplir la orden de aprehensión sólo contra él y nunca contra Romero Deschamps, como se rumoró en un principio.

Con esa detención y la conferencia de prensa que ayer por la tarde daba en Palacio Nacional el nuevo secretario de Hacienda, Arturo Herrera, el gobierno federal intentó frenar la incertidumbre que en un primer momento provocó la sorpresiva y dura renuncia de Carlos Urzúa.

Fue tal la molestia y la sorpresa del presidente López Obrador al enterarse de la decisión de Urzúa y de sus acusaciones, que en el mensaje que difundió en las redes sociales, aceptando la renuncia y presentando a Herrera, el mandatario dejó ver su enojo contra un funcionario que fue de todas sus confianzas y que, a decir verdad, nunca hubiera llegado a ser secretario de Hacienda de no ser porque él lo nombró. 

Una renuncia que, por la forma, en Palacio Nacional se sintió como traición. 

“No se le puede poner vino joven a botella vieja”, fue el mensaje con el que López Obrador despidió a su antiguo colaborador y con el que intentaba exorcizar y minimizar el golpe más fuerte que hasta ahora ha recibido su gobierno. 

Los dados mandan otra Serpiente. 

Caída libre.

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