La decisión de Narro y la batalla por la UNAM

En la vida, como en la política, las batallas deben escogerse.

Y eso fue lo que hizo José Narro Robles cuando decidió abandonar la contienda interna por la dirigencia nacional del PRI y de paso su militancia de cuatro décadas en ese partido.

Porque, además de sus argumentos de no prestarse “a un acto de simulación” y de la descalificación que le hizo al proceso priista por las “injerencias externas y favoritismos hacia un candidato”, el exrector también tuvo un motivo de fondo para renunciar a la lucha priista y concentrarse de lleno en algo que le importa más y en la que peleará con todo: la batalla por la Universidad Nacional Autónoma de México.

En octubre los 15 integrantes de la Junta de Gobierno elegirán a un nuevo rector de la UNAM para los próximos 4 años y la disputa esta vez no sólo será entre grupos y facciones de la comunidad universitaria, sino que se viene una lucha ideológica y política entre dos bloques que tienen visiones opuestas sobre la conducción de la máxima casa de estudios del país.

De un lado están los grupos tradicionales de la Universidad, como los Médicos, los Científicos y Jurídicos, que está vez van en bloque, formado por los actuales directores de facultades y exrectores como Juan Ramón de la Fuente, el actual rector Enrique Graue y a los que se suma el exrector Narro Robles, mientras que del otro está el Grupo universitario de Morena, que forman e impulsan personajes del gobierno y de la Cuarta Transformación que buscan tener el control de la UNAM como Claudia Sheinbaum, Pablo Gómez y Martí Batres.

La disputa será con todo y los grupos ya se preparan para la batalla.

Los morenistas encabezados por la Jefa de Gobierno de la CDMX y el presidente del Senado impulsan a la rectoría a John Ackerman, catedrático de economía e intelectual del gobierno de López Obrador; en tanto que los grupos universitarios se acuerparían en torno a la reelección del rector Enrique Graue y en caso de emergencia podrían apoyar la candidatura de Rosaura Ruiz, exdirectora de la Facultad de Ciencias y actual secretaria de Educación, Ciencia y Tecnología de la CDMX.

Ambos grupos han iniciado ya movimientos y cabildeos al interior de la comunidad universitaria.

Lo que se viene en esta renovación de la rectoría será una lucha interna diferente a las que históricamente ocurren cada cuatro años y que normalmente suelen ser un proceso político complicado en el que entran en juego no sólo los perfiles de los candidatos a rector o rectora, los intereses y prioridades de los miembros de la Junta de Gobierno y las adhesiones o simpatías de las distintas facultades, escuelas y centros de investigación que forman la gran comunidad de la UNAM.

Esta vez, de confirmarse la intención del grupo de Morena en la universidad, lo que estaría en juego es todo el modelo de educación superior en México y la visión sobre cómo debe conducirse la máxima casa de estudios que, por primera vez en su historia, podría ver en riesgo su histórica autonomía, para buscar ser parte de un proyecto político en la llamada Cuarta Transformación.

De más está recordar por qué la rectoría de la UNAM y el control de la universidad pública más grande del país es tan codiciada.

41 escuelas y facultades, 14 escuelas y colegios del sistema de bachillerato, que proveen educación a un conglomerado de cerca de 330 mil estudiantes.

Maneja además 47 institutos y centros de investigación prioritarios y relevantes para el país donde ejercen más de 37 mil académicos, así como 28 mil trabajadores.

Este año la universidad nacional ejerce un presupuesto de 44 mil 942 millones de pesos, y finalmente la figura del rector no es sólo quien administra esa inmensa cantidad de recursos materiales, económicos y humanos, sino es también una de las figuras políticas más relevantes en la vida pública del país.

Por todo eso, la batalla por la UNAM será esta vez diferente y decisoria para la máxima casa de estudios y para el futuro y el modelo de la educación pública superior en México.

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