¿Y el canciller de lujo?

Cuando Marcelo Ebrard reapareció después de su exilio en el equipo cercano de Andrés Manuel López Obrador, muchos pensaron que el exjefe de Gobierno de la capital del país sería una de los hombres que le aportarían más experiencia y seriedad al nuevo gobierno. Luego, cuando lo designaron secretario de Relaciones Exteriores, se interpretó como que la política exterior sería una de las prioridades estratégicas para el presidente y que desde ahí Ebrard se convertiría no sólo en una de las voces más cercanas en influyentes de la 4T, sino también en uno de los "presidenciables" para 2024.

Pero pasados ya casi cuatro meses de la nueva administración, la imagen de un canciller influyente y con mucho peso en las decisiones presidenciales se ha diluido. La política exterior no parece una de las prioridades de López Obrador, que mantiene pendientes los nombramientos en las embajadas más importantes para el país y que voltea poco hacia los temas internacionales y cuando lo hace, no necesariamente actúa con el consejo y el asesoramiento de su canciller.
Al menos eso es lo que se observa en dos decisiones recientes de política exterior tomadas por el presidente López Obrador en las que la mano y la presencia del titular de Relaciones Exteriores parecen ausentes e ignoradas, y en el mejor de los casos, Marcelo Ebrard tiene que salir después a explicar "lo que el presidente quiso decir o quiso hacer" con sus acciones, cuando éstas ya han desatado revuelo político y mediático o hasta tensiones.

Primero fue la cena "en lo oscurito" y en un domicilio particular en la que el presidente, fuera de toda lógica y congruencia con su discurso nacionalista y antineoliberal, se apersonó en la casa del empresario televisivo Bernardo Gómez para reunirse con Jared Kushner, el polémico yerno consentido del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. "No fue en lo oscurito, fue público, se les informó, es que si también se informa antes, no se habría podido llevar a cabo, no fue del todo formal, fue una conversación abierta", dijo López Obrador cuando los reporteros lo cuestionaron por la extraña forma en que se produjo ese encuentro, del que además no hubo detalles sobre el contenido de las pláticas "informales" con el enviado de la Casa Blanca.

De la organización de esa "cena de amigos" en donde supuestamente se habló de la "reconciliación nacional e histórica", además de "asuntos comerciales, temas bilaterales delicados", nada supo ni nada tuvo que ver el canciller de México, según afirmó una fuente gubernamental a la revista Proceso. "Fue el ejecutivo de Televisa. Le avisó al presidente que lo esperaba en su casa para la cena con Kushner y que sería una plática informal para hablar de temas bilaterales delicados… López Obrador se dio cuenta de que el canciller, Marcelo Ebrard, no estaba enterado de nada y de último minuto lo llevó al encuentro", dijo el funcionario. ¿O sea que el secretario de Relaciones Exteriores tuvo que enterarse de último momento de la visita y la reunión con un personaje tan influyente en la Oficina Oval?

Lo mismo parece haber sucedido con la decisión del presidente López Obrador de hacer pública la existencia de las cartas que envió al rey de España y al papa Francisco para solicitarles una petición de disculpas por lo ocurrido hace 500 años en la conquista. ¿No debería haber estado en ese video en Comalcalco más que la señora esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müeller, el canciller Ebrard, para anunciar lo que hasta ahora es la acción más destacada y osada de política exterior del gobierno federal que ha desatado tremendo debate y polémica en México y España y ha —por lo menos— crispado las relaciones entre los dos países? Uno pensaría que sí, al menos que, además de los temas históricos y de preservación de la memoria nacional, la opinión de la señora también pese más en la política exterior que la del secretario de Relaciones Exteriores... Los dados mandan Serpiente doble. Descendemos.

sgarciasoto@hotmail.com

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