Frontera en crisis

Frontera en crisis, escribe Salvador García Soto en #SerpientesYEscaleras

Las imágenes que este fin de semana se vieron en la frontera entre México y Estados Unidos, entre Ciudad Acuña, Coahuila y del Río, Texas, de Rangers texanos montados a caballo persiguiendo, acosando y lazando a migrantes haitianos que huyen despavoridos ante el embate del hombre montado en la bestia, son tan duras y fuertes, que por momentos evocaban la época de la esclavitud negra en el sur de los Estados Unidos cuando los capataces perseguían y cazaban a los esclavos que intentaban huir de las plantaciones donde eran brutalmente explotados.

Y es que miles de haitianos que lograron burlar los muros mexicanos de la Guardia Nacional y que intentan llegar a Estados Unidos para pedir asilo, se están cruzando en numerosos grupos por el Río Bravo, en los límites del territorio coahuilense y la entidad texana, en donde la policía montada de Texas ha emprendido una auténtica cacería para impedir que los migrantes ilegales, que en la mayoría de los casos viajan con niños y mujeres, logren internarse en territorio estadounidense y monten campamentos de solicitantes de asilo.

Y mientras México y su Gobierno buscan ser anfitriones y líderes para resolver los problemas de América Latina y El Caribe, la administración de López Obrador no parece tener un plan claro para enfrentar la crisis migratoria, más allá del uso de la fuerza y el garrote en su frontera sur y las insistentes propuestas del Presidente mexicano para que Estados Unidos financie la exportación de programas sociales como Sembrando Vida o Jóvenes Construyendo el Futuro, que no han dado resultados claros y medibles en México y más bien enfrentan denuncias de opacidad y corrupción, y ya los quieren exportar a otros países.

La problemática de las deportaciones masivas de Estados Unidos, al amparo del título 42 y del programa "Remain in Mexico" que recientemente ordenó reanudar la Corte estadounidense, impacta directamente a varias ciudades fronterizas de México como Tijuana, Ciudad Juárez y ahora Ciudad Acuña, que desde hace tiempo resienten los efectos de tener que albergar en su territorio a los migrantes deportados del vecino país, los cuales demandan servicios, alimentación y hasta vivienda o alojamiento que las ciudades mexicanas no están en capacidad de darles y el Gobierno federal tampoco las apoya.

El problema se agrava cuando los gobiernos municipales se ven completamente rebasados ante la ola de migrantes deportados, mientras el gobierno del estado no se hace presente y la Federación se desentiende de un problema que en estricto sentido le compete.

Todo eso está configurando una frontera caótica y en crisis en la que, para colmo, siguen cerrados los cruces legales no esenciales desde hace año y medio y se acaba de alargar otro mes hasta el 21 de octubre por decisión de Washington.

Así que mientras López Obrador quiere convertirse en el nuevo líder latinoamericano que salve a Cuba y a su presidente Díaz-Canel, que legitime la dictadura brutal de Nicolás Maduro y que resuelva la crisis de Centroamérica con sus programas sociales de resultados dudosos en México, la problemática del país se agrava con bombazos terroristas en Guanajuato, amenazas de estallidos armados en Chiapas, asesinatos políticos en Jalisco y una frontera norte que se sale de control ante las olas de migrantes haitianos y centroamericanos que intentan cruzar a EU o que son regresados de aquel país.

¿Y si en vez de resolverle los problemas a otras naciones latinoamericanas el Presidente empieza por resolver sus propias crisis en el territorio que dice gobernar?