Tiempo de peligrosos extremismos

Tiempo de peligrosos extremismos, escribe Salvador García Soto en #SerpientesYEscaleras

La presencia de Vox y su controvertido dirigente Santiago Abascal en México ha reavivado una expresión política que siempre ha estado oculta, pero que siempre ha existido, militado y pesado en la política mexicana: la ultraderecha. Desde organizaciones religioso-empresariales como el Opus Dei, hasta los Legionarios de Cristo y su vinculación a los casos de pederastia de sus jerarcas, pasando por el Muro y la organización Tecos en Guadalajara, ambos movimientos universitarios anticomunistas, hasta llegar a la organización El Yunque, fundada en Puebla e incrustada en el PAN, partido al que usó para llegar al poder.

Históricamente los movimientos de derecha más radical en el país estuvieron aliados a la Iglesia Católica y a sectores empresariales que vieron en el gobierno de Lázaro Cárdenas una "amenaza comunista". Ya antes de Cárdenas, la Iglesia Católica se había enfrentado al autoritarismo de Calles que provocó la sangrienta Revolución Cristera en la que surgen varias organizaciones ultracatólicas, como la Unión Nacional Sinarquista, la Acción Juvenil y otras que después serán semilleros del ultraderechismo militante.

Esos grupos tomaron mayor fuerza y militancia, financiados por la iniciativa privada, de la década de los 60 a la de los 80, cuando la era de la Guerra Fría atizó el discurso anticomunista. Por supuesto que esos grupos, que en sus delirios anticomunistas llegaron a simpatizar con el nazismo de Hitler, el falangismo de Franco y el fascismo de Mussolini, también surgieron como reacción a otros extremismos, los de izquierda radical que durante los 70 buscaron imponer un sistema marxista a través de las armas y la subversión, bajo el argumento de que el Estado autoritario y represivo había cerrado los cauces a cualquier expresión pacífica y política y sólo quedaba la lucha armada.

El choque de esas dos corrientes extremistas, la ultraderecha y la ultraizquierda, provocó una guerra silenciosa pero sanguinaria en la que el Estado mexicano detuvo, torturó, desapareció y asesinó a más de mil 500 jóvenes guerrilleros y a un número no cuantificado de policías, sin contar las víctimas civiles que dejaron en secuestros, bombazos y otros atentados ocurridos en esa etapa negra del país conocida como la "Guerra Sucia".

Para los años 80 las fracciones de la izquierda más radical se fueron institucionalizando con la llegada de la reforma política de Reyes Heroles que reconoció al Partido Comunista y le dio representación en el Congreso por la vía plurinominal. Y mientras la izquierda se institucionalizaba, sin que dejaran de existir sus corrientes ultras y extremistas, la ultraderecha también seguía actuante, pero buscaba formas de participación también civil y política.

En la política El Yunque empezó a cobrar fuerza en el PAN y se constituyó en una de sus alas de derecha más radical que logró tomar el poder de la mano de los empresarios en el gobierno de Vicente Fox. Hoy esas dos facciones extremistas, que nunca han dejado de existir y gravitar en la política mexicana, empiezan de nuevo a tensar y a polarizar la vida nacional.

Lo peor que le puede pasar al país en estos momentos es volver a caer en el juego de los extremismos y la confrontación entre radicales sean de izquierda o de derecha. Nada nos ha hecho más daño en la historia como nación y como sociedad que la división y el enfrentamiento por visiones políticas e ideológicas, como las que ya hemos vivido con consecuencias nefastas para la República. Son tiempos de peligrosos extremismos en los que nos urgen la moderación y la cordura política que frenen a los radicales de ambos bandos.