México y sus eternos momentos de cambio

Rosana Méndez Barrón*
Recientemente, en clase con mis alumnos, debatíamos sobre las problemáticas de nuestra economía, la influencia negativa de la globalización y el papel del sector público en estos procesos. Coincidimos que el tema no es fácil de visualizar, mucho menos el encontrar soluciones, pero concertamos que es posible encaminar acciones que corrijan las efectos adversos o bien que proyecten el camino a seguir para encaminar la senda de crecimiento.

¿Qué se necesita para finalmente “encaminar la senda del crecimiento” en una economía como la de México?. Existe una lista interminable de propuestas, algunas ya han sido exploradas en el pasado, a veces con éxito y otras no tanto. Hace 60 años la premisa era consolidar la base industrial, desarrollar una economía productiva y autosostenible; se hizo, se canalizaron recursos para el fortalecimiento de nuestra base industrial e infraestructura. Después, en los 1990’s, la panacea fue “abrirse al mundo”, saltar al mercado global y “ponernos las pilas”; igual que en el pasado, se atendió el requerimiento y se reorganizó la economía, se consolidaron acuerdos y negociaciones con otras economías, “se modernizó” el esquema de trabajo y se apostó a nuevos giros, procesos y actividades. Hoy, en la antesala de la segunda década del siglo XXI ¿qué sigue? ¿Cuál es el siguiente reto? Parecería que la respuesta debería ser nada, que ya completamos el ciclo; pero no, irónicamente, en algunos aspectos, estamos empezando aún y en otros ni siquiera sabemos dónde estamos.

Un destacado economista, Paul Samuelson, señaló hace tiempo, que “la economía no es una ciencia exacta y que cualquier pronóstico basado en la evidencia puede salir horriblemente mal”, esto es, que los proyectos y metas en materia económica son imprecisos y volátiles. Esta reflexión es oportuna a escasos 3 meses de que un nuevo equipo de gobierno asuma las directrices del país; con él llegan, además de funcionarios y especialistas en las diversas áreas de gobierno, los nuevos responsables de la definición de las metas, proyectos y estrategias para la economía. Serán muchos los retos que enfrentaran para tratar de proyectar buenos resultados en todas las áreas, pero especialmente en lo que a economía se refiere: reciben un país con más de 40% de su población en pobreza (10% en pobreza extrema), una reciente ola inflacionaria, un sector informal en crecimiento y algunas inestabilidades en materia de comercio exterior (nuevo TLC); todos factores de peso.

Algunos estarán ansiosos de los cambios y de los frutos a cosechar en este nuevo México que se vislumbra, no obstante, la gran mayoría son desconocedores de la dificultan con la que la maquinaria económica responde a los cambios y de los “costos que deben asumirse” para hacer efectivos dichos cambios. Algunos otros espectadores, esperaran malas decisiones y por lo tanto malos resultados; ello no debido a conocimiento realista, sino a la desconfianza e incertidumbre que el “cambio” representa.

En lo personal, me muestro abiertamente escéptica a la poética y tan políticamente trillada meta “de encaminar a nuestra economía a la senda del crecimiento”. No creo que los nuevos responsables puedan resolver todos los problemas, menos aún que logren potenciar la economía en 6 años; en lugar de ello, abonaría a la construcción de una estrategia integradora y reparadora de nuestra economía. Que quiero decir con ello, mantener y fortalecer aquellas áreas de beneficio y eficiencia, ajustar aquellas con deficiencias, siempre y cuando coadyuven a las actividades o sectores existentes, y (re) fomentar nuevas líneas de trabajo, articulación que fortalezcan nuestra base productiva nativa e interna; ese es el gran pendiente a cumplir y uno de los principales proyectos, a mi ver que el nuevo gobierno debe atender.

*Economista y Especialista en Ciencia Sociales. Asisten de investigación en CEGAP-COLSON.

TAGS: