Mujeres en marzo, se tiñen color violeta

Mujeres en marzo, se tiñen color violeta, escribe Norma Valle Dessens en #FueraDeRuta.

A mi madre, Margot Dessens, nacida un 13 de marzo.

 

Los pasos retumbaron en las calles de las principales ciudades del país y del estado, las pintas de color violeta en edificios, monumentos y los pisos de sitios públicos tiñeron las manifestaciones de las mujeres el 8 de marzo, con distintos grados de radicalismo, pero con la misma fuerza gritaron ¡Ni una más! O ¡Con los niños No!

Sin importar si fueron 3 mil en Hermosillo o muchas más en la CDMX y otras grandes ciudades, la realidad es que las mujeres, y en especial las jóvenes están gritando fuerte, están transgrediendo normas y dejando sus espacios privados para irrumpir y responder, a veces también con actos agresivos, a este malestar social que provoca la violencia.

Los medios de comunicación tradicionales si bien no critican estas expresiones directamente, sí brindan espacios, ya sea en columnas de opinión o en los comentarios de usuarios-lectores con perfiles falsos, para la sanción de los actos que implican agresiones o daños a edificios, para insultarlas abiertamente o decir que “está bien defender sus derechos, pero no así”.

La pregunta es ¿Cuál es el punto medio? ¿Acaso los logros o derechos actuales, sean laborales o de otro tipo, se consiguieron sin un movimiento o una interpelación al poder? ¿Cómo hacer efectivo un cambio en el pensamiento no sólo de agresores, sino de una sociedad que consiente tácita o veladamente que esto ocurra? o si se logra la denuncia ¿cómo hacer la justicia efectiva? 

En redes como Instagram circularon primero las invitaciones a la marcha, pero también historias de experiencias vividas por adolescentes y jovencitas que platicaron cómo habían sufrido violencias, abusos o acosos en distintos espacios, desde un familiar en el ámbito privado, hasta un maestro en el escolar o un jefe en lo laboral.

Lo importante de estos relatos, además de ayudar a quien lo expresa, es lograr que otros u otras se vean al espejo, es decir, la identificación de situaciones que te pueden haber ocurrido y que nunca lograste comprender o identificar como violencia, acoso u hostigamiento, y menos aún contarlo o denunciarlo, pero que te causaron un daño o sufrimiento.

También se reactivaron algunos “Tendederos”, estos sitios utilizados en los últimos años para, por medio de redes como Twitter, denunciar y exhibir a personas que han acosado a otras, hayan sido éstos extraños, ex amigos o ex parejas, invitando incluso a difundir sus perfiles y creando campañas para bloquearlos o desacreditarlos.

El impacto de estas historias conectó más con otras jóvenes por la identificación generacional, por haber crecido en un mismo contexto, por el acceso que tienen a la información y a la respuesta inmediata, aun cuando esto las expone también de otras maneras, pero ¿Qué pasa con las mujeres de edad mediana que observan estos movimientos y no logran aprobar los medios para externarlo?

Para no ser sólo espectadoras sino tomarnos de la mano, y no sólo en una marcha, lo primero es que las madres de familia hoy traten de “ponerse en los zapatos de otras”, pero descalzándose de su sitio actual de trabajadoras o profesionistas con estabilidad, recordar cómo se enfrentaron estos asuntos en su juventud, cómo se olvidaron experiencias difíciles y cómo puedes hoy, desde su posición de influencia, buscar la empatía y las conexiones con las hijas, hermanas, alumnas, compañeras u otras mujeres alrededor.

Un primer paso es informarte con qué recursos cuentas hoy, ya sea de apoyo o legales para prevenir y atender el acoso; que si lo hubo, las heridas sanen y sobre todo, educar en la tolerancia de las expresiones actuales, y comprender que en gran parte son resultado de los hechos que casi todas en distintos grados alguna vez han sufrido, y que pueden seguir si éstos no cesan.

 

 

Norma Valle Dessens

Especialista de Apoyo a la Investigación en El Colegio de Sonora