Yaquis y Guarijíos: Lo que dirán en el futuro nuestros libros de historia lo estamos escribiendo ahora

¿Cuántos años tendrán que pasar para que un presidente les haga justicia a los Guarijíos por lo que el actual gobierno está impulsando?, escribe Rolando Díaz Caravantes en Fuera de Ruta.

Rolando Díaz Caravantes, profesor-investigador en El Colegio de Sonora.

¿Cuántos años tendrán que pasar para que un presidente les haga justicia a los Guarijíos por lo que el actual gobierno está impulsando?

De acuerdo con los medios de comunicación, en su reciente visita a Sonora el presidente acordó el Plan de Justicia para el Pueblo Yaqui, que abarca tres grandes rubros: la restitución de las tierras reconocidas en un decreto presidencial de 1937, la revisión del suministro de agua que les corresponde a las comunidades, y la instrumentación de un plan de mejoramiento urbano y reconstrucción de viviendas. Todo esto puede ser loable, bien sabemos de las ancestrales luchas y la resistencia de este pueblo originario, del cual muchos estamos orgullosos.

Contradictoriamente, un día antes de esta justa acción, el presidente inauguraba la Presa Pilares-Bicentenario. Esta obra retrógrada ha dañado el territorio de otro pueblo originario: los Guarijíos o Makurawe. Los actuales y potenciales efectos de esta presa han quedado documentados para la posteridad por Armando Haro y Ramón Martínez en su reciente libro “Patrimonio biocultural y despojo territorial en el Río Mayo: Los Guarijíos de Sonora y el proyecto de presa Los Pilares-Bicentenario”.

Digo retrógrada porque las presas responden a políticas hidráulicas de hace 70 u 80 años. A inicios de este siglo la Comisión Mundial de Presas estableció que dichas obras han tenido consecuencias negativas drásticas para los pueblos y el medio ambiente, tanto en la zona inundable del vaso de la presa como en las zonas aguas abajo.

La tendencia actual es sustituir estas obras de ingeniería civil por otras que busquen manejar el agua mediante la innovación, la conservación y los cambios en los patrones de uso. En este tenor, cabe preguntarse: qué hubiera sido más fácil y menos costoso, hacer una gran presa para evitar las inundaciones urbanas aguas abajo o realizar una zonificación en las áreas inundables para que no haya elementos en riesgo. La respuesta está a la vista.

Si la actual administración federal está convencida de que esta obra evitará inundaciones, bastaría que conociera un poco sobre la historia de las presas, documentada por investigadores sociales del agua, para darse cuenta de que al cabo de unos años estas obras vienen sirviendo a los grupos o intereses más poderosos y olvidan su propósito primero. Agua acumulada es poder. Lo que ahora puede ser una buena intención, en un proceso sociohistórico futuro, más allá de la actual administración, devendrá en un acaparamiento del vital recurso.

Un ejemplo de este proceso es la presa El Molinito, que fue construida con la justificación de evitar inundaciones en la ciudad de Hermosillo (al igual que la presa Pilares); más adelante fue utilizada para la expansión inmobiliaria de esta ciudad y, finalmente, con el derrame de la minera de Grupo México, cumplió la función de una presa de jales para detener los metales. Los grandes perdedores por la construcción de esta presa fueron los pueblos inundados y los pueblos aguas abajo, como yo mismo he documentado.

Lo que dirán nuestros libros de historia lo estamos escribiendo ahora. El actual presidente busca restituir al Pueblo Yaqui por una serie de heridas infligidas por muchos regímenes previos, entre los que destaca el Porfiriato. Esta acción es justa. Paradójicamente, ahora él está infligiendo a los Guarijíos una herida que espero sea restituida en el futuro, la pregunta es: ¿cuántos años tendrán que pasar?