Los “omvres”: ¿responsables únicos de la violencia hacia las mujeres?

Por José Eduardo Calvario

El año que recién terminó puede ser recordado como el primero en que asume el  gobierno federal un proyecto político que postula la verdadera transformación.

Por José Eduardo Calvario

El año que recién terminó puede ser recordado como el primero en que asume el  gobierno federal un proyecto político que postula la verdadera transformación. Tristemente, también por la exacerbación de la violencia hacia las mujeres. A la par a esto último, se han manifestado los distintos feminismos para elevar la voz y visibilizar el problema. Ocurrieron varias marchas que movilizaron a miles de mujeres por las calles de las principales ciudades de México.

Algunos sectores de la sociedad creen que el actor principal, o el responsable único, es el gobierno; muchas mujeres que se autodefinen como feministas miran para otro lado, y ubican a los "omvres" como los únicos responsables. Obviamente tanto el gobierno, el Estado mexicano, los hombres, tienen mucho que decir y responder a la situación. No obstante, para el caso de la crítica a los varones creo que se cae en una argumentación simplista. Para ellas quienes disparan, asestan el golpe, humillan, coaccionan, son los hombres, punto. En este tenor, el fenómeno de la violencia hacia las mujeres y el hecho transcultural de la dominación masculina son comprendidos como simples resultados de la mitad de la población mundial: los hombres. Es decir, algunas feministas militantes explican la violencia hacia las mujeres y el “patriarcado” sin considerar las relaciones causales que se concatenan para producir el fenómeno, o en el mejor de los casos dichas relaciones empalidecen. De este modo, se simplifica porque se identifica una sola causa: los hombres. Y no solo eso, sino además se deshistoriza al género porque se construye un enemigo omnipresente, todopoderoso, sin historia atrás, que se encarna en tanto novios, esposos, hijos, alumnos, compañeros, amigos, empleados; estas categorías sociales son sintetizadas en la abstracción “hombres”. Con ello, se construye un discurso culpabilizador que engloba a todos los varones, se homogeniza en la frase “todos los hombres son iguales” sin medias tintas. Se llega al absurdo de sentar en el banquillo de los acusados a ciertas personas simplemente por pertenecer  a la categoría abstracta hombre. Ciertamente, este discurso generalizante tiene un potente efecto positivo en la arena pública pues identifica a un actor protagónico, central, en la situación desventajosa de muchas mujeres, sin embargo, dejarse llevar por este discurso ausente de matices tiene a la larga efectos perniciosos. Disminuye la probabilidad del dialogo entre los géneros pues responsabiliza a los “omvres” como los únicos sin reconocer otros factores, y sobre todo, se empobrece las explicaciones del fenómeno dejando de lado marcadores sociales para caracterizar a los varones como lo son la clase, la etnia, la raza, la edad, la región. Al no reconocer que estamos frente a un sistema social y cultural que promueve la desigualdad entre los géneros, y orientar las baterías en los “omvres” convirtiéndolos como enemigos a vencer y desterrar, los resultados son batallas campales en el debate público principalmente en las redes sociales. La reacción a este llamado, para matizar el discurso sobre los “omvres”, es burlesca y simplificadora por parte de algunas personas que se autodefinen feministas, dicha reacción le hace poco favor a la causa feminista, a la causas de la justicia social. Es importante que un sector del movimiento feminista abra la rendija de la tolerancia y el reconocimiento del mutuo entendimiento. El discurso generalizante sobre los “omvres” es útil para llamar la atención sobre las necesidades amorosas, de afecto, de sensibilidad, de acompañamiento, de comunicación intima entre los mismos varones. Identificar dichas necesidades, y entrever las barreras culturales que obstruyen una mejor vivencia, se hace necesario para establecer relaciones más tranquilas, trasparentes, pacificas, armoniosas.

Respecto a la violencia hacia las mujeres todos y todas tenemos nuestra propia responsabilidad que se vuelve impostergable reconocerlas. Esperemos que este 2020, el Estado mexicano, los actores colectivos (sindicatos, partidos políticos, empresas, escuelas) identifiquen sus responsabilidades; esperamos que varones y mujeres, gay, muxes, lesbianas, trasvesti, transexual, transgénero, etc, en tanto personas de carne y hueso construyamos puentes comunicantes entre sí para erradicar todo tipo de violencia principalmente hacia las mujeres.