Usmca: saldos de una negociación

Después de una larga y accidentada negociación que duró casi 13 meses, el pasado 30 de septiembre se concretó el nuevo Acuerdo Comercial entre México, Canadá y los Estados Unidos (USMCA) que reemplaza al anterior TLC.

Un logro importante, sin duda, tomando en cuenta que el presidente Trump es un abierto partidario de las políticas proteccionistas que le generan abiertas simpatías en su electorado duro de los estados de la Unión Americana más golpeados por la globalización y que forman parte del llamado cinturón del óxido donde se encuentran asentados los sectores perdedores de la apertura comercial: la industria del acero, el sector automovilístico, la minería del carbón, entre los más importantes. Aún más, Trump, ha involucrado a su país en una abierta guerra comercial con China de consecuencias impredecibles.

Haber conseguido la firma de un tratado de esta naturaleza en un contexto tan adverso debe interpretarse como algo muy positivo. Habla de la capacidad de los negociadores mexicanos para entender las prioridades de EU y el momento político por el que este país atraviesa, y moldear y flexibilizar posturas para lograr un acuerdo. La numeralia, simplemente, no dejaba espacio para una actitud inflexible de México: el comercio bilateral con EU alcanzó la cifra de 463 mil millones de dólares en 2017; 80% de nuestras exportaciones se dirigen al vecino país. No había espacio para movernos.

Efectivamente, queda la sensación de que el viejo TLC, con todas sus limitaciones, era superior al USMCA. El periodista Enrique Quintana, ilustra el saldo de este nuevo convenio con una figura futbolística: “Empezamos la negociación con tres goles en contra, y al final del juego, logramos un empate tres a tres. En muchos casos es mejor el tratado todavía vigente que el nuevo tratado, pero es mucho mejor tener un tratado a la posibilidad terrible que teníamos de que Estados Unidos se saliera". El efecto hubiera sido devastador para la economía mexicana.

EU impuso condiciones que buscan proteger a su sector automotriz, lo cual podría traducirse en un desaliento de las inversiones de las armadoras asiáticas y europeas en México debido a las llamadas reglas de origen; sin embargo, México logró sacar del acuerdo al sector energético, algo que era muy importante para la nueva administración de López Obrador que tiene en el petróleo un pilar central de su discurso nacionalista.
El TLC que está a punto de quedar atrás (el próximo 29 de noviembre se firma el nuevo USMCA) contribuyó a crear la zona más productiva de la economía mexicana, la más exitosa en la economía global, la que genera el empleo formal de mayor calidad en el país.

El TLC puso candados a la política económica, obligando a los gobiernos de México, no importa de qué partido procedieran, a moverse en el marco de la economía de mercado y a cuidar las finanzas públicas. El tratado que muere también tuvo importantes implicaciones políticas: puso a México en los reflectores internacionales obligándolo a respetar las reglas y las instituciones democráticas y a trabajar en un marco de transparencia y rendición de cuentas.

Con su abierto apoyo al USMCA, López Obrador ha firmado también un compromiso explícito de moverse en el ámbito de una política económica liberal, abierta, alejada de tentaciones populistas. Cualquier intento por regular los mercados, por querer regresar al monopolio del Estado sobre la economía, quebrantaría severamente la confianza de los inversionistas, y si algo necesita el nuevo gobierno, ya que no le alcanzará con el presupuesto público para la enorme cantidad de proyectos que se propone implementar, es mover a su favor el capital privado.

Uno de los mayores huecos del TLC que se va, lo señaló en alguna ocasión el analista Jorge Castañeda, era la ausencia de una cláusula que permitiera canalizar recursos de los tres países para el desarrollo de las zonas más deprimidas. Es algo que se hizo en Europa en el marco de la construcción de su proyecto comunitario.

AMLO acaba de anunciar que acordó con el presidente Trump, a través de una llamada telefónica, una inversión conjunta de 30 mil millones de dólares para generar empleos y frenar la migración. Los beneficios alcanzarían a Centroamérica, la región de donde proviene el mayor flujo de indocumentados hacia EU.

Se trata de algo muy positivo, aunque AMLO y su equipo no deben olvidar que están frente a un demagogo, un hombre violento e impredecible al que sus propios colaboradores, según ha revelado un funcionario anónimo de la Casa Blanca, le ocultan documentos y asuntos de vital importancia para evitar que siga poniendo en riesgo la estabilidad y credibilidad del gobierno de los Estados Unidos. Mucho cuidado, vayamos a paso firme.

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