Nuevos escenarios para la competencia política

Ha llegado a mis manos un estudio de Consulta Mitofsky, “México: Encuestas de salida, 4 elecciones presidenciales, 2000-2018”, un documento muy interesante para conocer cómo ha cambiado el electorado mexicano y algunas de las razones que explican el triunfo de López Obrador.

Esta publicación tiene lugar en un momento donde las encuestas se han reposicionado como herramientas confiables para conocer el pulso de la opinión ciudadana.

Hoy, ha quedado demostrado que la estadística y sus metodologías de análisis científico, pueden arrojar evidencia útil para la toma de decisiones en el ámbito político y gubernativo.

Veamos primero cómo ha evolucionado el voto por segmento de población.

En el año 2000, el 44.4% de los jóvenes votó por el PAN y sólo el 13.4% por la izquierda (PRD); en 2018 el 46.5% votó por la coalición encabezada por Morena y sólo el 19.6% por Acción Nacional.

Al PRI le fue peor porque sólo obtuvo el 13.7% del voto juvenil.

Ha habido un claro desplazamiento de los votantes de 18 a 29 años hacia posiciones de izquierda, una tendencia que ya se venía observando en las elecciones de 2006 y 2012.

Los jóvenes mexicanos, naturalmente críticos y antisistémicos, se están ubicando en lo que podríamos denominar su polo político natural que es la izquierda.

Y este es un dato que ni el PRI ni el PAN deben menospreciar, porque si Morena logra implementar acciones eficaces para resolver las demandas de este sector -empleo, movilidad educativa y social, participación política, gobiernos abiertos, espacios de expresión cultural- ello podría convertir a los jóvenes votantes en electores cautivos de Morena.

Por otra parte, el sector más educado del país, también se ubicó del lado de López Obrador.

En el 2000, 52.5% de los electores con universidad y más votó por el PAN y en 2018 45.6% lo hizo por Morena.

La narrativa anticorrupción de AMLO, su promesa de justicia social, su compromiso de que todos los jóvenes mexicanos que quieran estudiar irán a la universidad, le permitió conquistar la simpatía de los mexicanos que cuentan con estudios superiores.

Nunca en la historia del México democrático, una fi gura política había logrado entusiasmar tanto al sector universitario como lo hizo López Obrador.

Un ejército de millennials, politólogos, sociólogos, filósofos, historiadores, economistas, abogados, internacionalistas, se alinearon a su campaña, promovieron el voto y el debate político en las redes sociales, brindaron información, desarticularon las fake news, polemizaron con los otros candidatos y sus seguidores.

Un hecho demostró la fuerza de esta adhesión universitaria al candidato de Morena.

El 17 de abril el periódico Reforma publicó una encuesta aplicada en instituciones de educación superior de Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara que daba a Ricardo Anaya el 45% del voto entre los universitarios; López Obrador obtenía sólo 21%.

Esto desató un intenso debate en Twitter. 

Inmediatamente los seguidores de AMLO crearon el hashtag “Universitarios con AMLO”, subieron videos con su credencial del INE en la mano y la frase “no le creo nada a Reforma, soy estudiante de licenciatura y estoy con López Obrador”.

Se convirtió en trending topic con un alcance de 33 millones de personas.

El ganador fue AMLO con 62% de positivos versus Anaya 23%.

Tan sólo una muestra de cómo los mexicanos con mejor preparación académica fueron claves para que AMLO ganara el debate en la arena mediática digital de las redes sociales.

El estudio de Mitofsky que estamos comentando, revela también el surgimiento de un electorado volátil, pragmático, distante de las viejas lealtades partidistas.

A la pregunta ¿cuándo decide usted su voto? en el año 2000, 56.3% de los electores respondió “siempre vota igual”; este sector había disminuido a tan sólo 13% en 2018.

Asistimos al fin del votante cautivo.

Los priistas mantuvieron la esperanza, hasta el último minuto, en la fortaleza de sus redes clientelares, en el voto corporativo aportado por sus organizaciones y sectores y por los gobernadores.

De nada sirvieron los operativos de movilización y de compra de votos; la gente estaba decidida a emitir un voto de castigo contra una administración que concluía con pésimos resultados en materia de inseguridad y corrupción.

De acuerdo con el estudio de Mitofsky, 75% de los mexicanos reprobaba la gestión de Peña Nieto al momento de la elección de julio pasado.

En contraste, el voto reprobatorio en su momento fue de 40% para Ernesto Zedillo en 2000; 34% para Fox en 2006 y 44% para Calderón en 2012.

El imaginario político, los electores y las condiciones de la competencia han cambiado; los partidos, su diseño, narrativa y oferta programática tienen necesariamente que cambiar.

Es eso o la desaparición del escenario político.

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