Osos y panchos por la termoeléctrica

Antes de la vulnerable “consulta popular” del fin de semana reciente, los opositores a la termoeléctrica en La Huexca (municipio de Yecapixtla, Morelos), en carta pública del 11 de febrero, escribieron al presidente de la República: 

“Usted quiere echar a operar la planta y dice ‘dar toda la información objetiva: la buena y la mala’ para tomar esta decisión, pero omite hablar del peligro volcánico del Popocatépetl, el principal problema de riesgo del proyecto…”.
Vale la pena releer y tratar de digerir cada palabra porque, si lo primordial del rechazo es tal eventualidad, en vez de limitar su protesta a la termoeléctrica, lo único lógico sería huir de ahí pero corriendo, y no solo de La Huexca (aledaña a la zona urbana de Yecapixtla), sino de las poblaciones de todos los asentamientos próximos al cráter que pudieran ser aniquilados por una erupción colosal, comenzando con la cabecera municipal pero también: Tlamacas, Paso de Cortés, La Venta, Altzomopi, Buena Vista, Xalitzintla, San Nincolás, Atzala, Ozolco, Calpan, Atexcac, Arenas, Nepopulalco, Acuexca, Santa Isabel, Atlimelaya, Metepec, San Pedro, Coyula, Tochimilco, Tejupa, Atzizihuacán, Tecuanilpa, Tochimizolco, Amecac, Alpanocan, Hueyapan, Tlacotepec, Ocuituco, Jumiltepec, Tlalamac, Tepecoculco, Ecatzingo, Tlalmanalco, Tecalco, Tehixtitlán, Nexapa, Zoyatzingo, Ayapango, Zentlalpan, y antes que nadie a los habitantes de Tetela del Volcán, Atlautla Tepetixtla, Ozumba y Amecameca, en Morelos, como también San Buenaventura, San Andrés y hasta Atlixco, en Puebla.

En la carta le sugirieron a López Obrador incorporar dos preguntas al deficiente sondeo: “¿Está usted de acuerdo con incrementar el riesgo de desastre de la zona de peligro del volcán Popocatépetl?”, y “¿Está usted de acuerdo en impulsar infraestructura para la explotación y utilización de los recursos naturales para la industria acabando con el último espacio natural de la región del Popocatépetl que proporciona el agua a todo el centro del país?”.

Obviamente la respuesta es no.

A falta de argumentos, lo esgrimido contra la termoeléctrica son temores por imprevistos de la naturaleza que pesan sobre la humanidad, mezclados con supersticiones y desconfianza fundados, hay que decirlo, no tanto en la segura “falta de información” oportuna como en la ignorancia, con alegatos adversos a un gasoducto y al uso de aguas residuales que irían al río Cuautla rechinando de limpias y cristalinas.

Supercherías como las que descalifican la planta eléctrica son primas hermanas de las que se pretextaron para matar el aeropuerto en Texcoco (donde se arguyó inclusive la defensa de los patos que acampan en las aguas podridas del lago Nabor Carrillo y que, de continuarse las obras, serían purificadas).

En sano juicio y aunque la termoeléctrica se haya concebido en pleno neoliberalismo, ¿alguno de los inconformes imagina su vida sin electricidad ni gas?

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