Vacunas con el virus de la causa

Vacunas con el virus de la causa, escribe Carlos Marín en #ElAsaltoALaRazón.

El inexplicable mariscal antipandemia, Hugo López-Gatell, no sabía que México podía manejar la vacuna de Pfizer porque suponía imposible su manejo térmico y desconocía también que 40 mil promotores del voto de Morena, recompensados y habilitados como “servidores de la nación”, serían inmunizados antes de cumplirse el compromiso presidencial con la cacareada pero menospreciada “primera línea” de batalla pública y privada, o con los mayores de 60 años que se prometió atender antes que a cualquier otro sector.

Marginado de una estrategia federal más política que sanitaria contra la peste, el funcionario apechuga decisiones aberrantes a su epidemiológica especialidad. Las acata y acomoda en verborréicas disertaciones tan cachetonamente como le permite su extraordinaria capacidad de abyección.

Con lo de Pfizer, de cuya negociación fue comprensiblemente marginado, el canciller Ebrard tuvo que aclarar que de no haberse garantizado los contenedores térmicos no se habría firmado el contrato de la compra.

De la vacunación de los 40 mil “servidores”, primero evadió las preguntas de los reporteros: “Si alguien de la prensa identifica un hecho que es reprobable en términos de la conducta social porque afecta los intereses colectivos o los intereses de otra persona, ayúdenos a denunciar de manera estructurada, formal, clara, identificable. Lo otro, sacar una foto, sacar un pie de página, decir ‘está ocurriendo un problema’ pero no ayudar a documentarlo, pues es prácticamente lo equivalente a un chisme. Y no se puede, evidentemente, sancionar o perseguir una conducta con base en un chisme. Sería un poco descabellado y muy desgastante, sobre todo porque aparecen muchos chismes en algunos de los periódicos”, malabareó.

Le demostraron que se favorecía a los repartidores de dinero entre pobres y terminó admitiendo que los morelitos “forman parte de las Brigadas Correcaminos. Son de hecho quienes las coordinan (…). No es una anomalía, no es un abuso…”.

Según él, esos bestializados equipos de cuatro militares, dos “voluntarios” (nadie sabe por o para qué), cuatro “servidores de la nación” y sólo dos médicos (paramédicos, enfermeras, enfermeros o gente con experiencia en aplicar inyecciones), no están para que la 4T haga uso político de la vacunación.

Ajá.

“Es para un bien noble”, engañó.

No ha concluido la vacunación del personal médico del sistema público; al privado apenas lo proveyeron de cinco mil 200 tristes dosis en la capital del país; casi 15 millones y medio de mayores de 60 años esperan turno; ni para cuándo les tocará a quienes padecen enfermedades crónicas y menos al resto del 75% de los mexicanos, que son como 90 millones.

Pocas y a cuentagotas las vacunas, pero 20 mil profesores de Campeche fueron apuntados y lo más espeluznante: 40 mil cuadros políticos (que “coordinan” inclusive a los marinos y soldados de cada una de las 10 mil brigadas) correcaminan con la tranquilidad de haber sido perversa y anticipadamente considerados.