Del presidencial sólo darán ‘el avión’

Del presidencial sólo darán ‘el avión’, escribe Carlos Marín en #ElAsaltoALaRazón

Como probabilidad, cabe suponer que se vencen las dificultades jurídicas porque la mayoría morenista y moreniana (las fracciones parasitarias del Verde, PES, PT y del Trabajo) en el Congreso alistan una ley a modo y, como sugirió el presidente López Obrador, la Lotería Nacional bien puede sortear el avión presidencial.

En este escenario, imagínese “resuelto de alguna manera” el escollo de la propiedad del aparato (no ha sido pagado en su totalidad) y asúmase que “pertenece” al gobierno y que quien tenga la mala suerte de poseer el número ganador se convierte… ¿en el dueño?

Hasta hoy, quien posee legalmente un bien (en dinero o especie) puede darle el destino que se le antoje.

Lo mismo aplicaría, pero en este caso no, para quien se saque todo o parte del avión: completo si tiene la serie completa o una proporción si los demás billetes de la serie quedan en manos de “copropietarios” que ni se conocen y quizá vivan en distintas localidades.

Como sea, al contrario de lo que hoy sucede con ganadores de la lotería, quien se gane la aeronave no podrá hacer lo que con su automóvil, casa, reloj, televisor y demás objetos susceptibles de cambalacharse, regalarse, venderse, rifarse, destrozarse ni cualquier otra ocurrencia.

Actualmente, quien gana un premio de la lotería puede hacer con el dinero, cualquiera que sea el monto, lo que le dé la gana (quemarlo inclusive), después, claro, de pagar los impuestos federal (uno por ciento) y estatales (seis por ciento en casi todas las entidades, en algunas menos).

Pero quedará impedido de hacer lo que quiera con “el avión maldito”.

Convencido de que la riqueza echa a perder a la gente, López Obrador ha expresado su preocupación de que “tanto dinero destruya la vida de su familia y “tengamos que cargar con eso”, porque el dinero es la mamá y el papá del diablo; es como el poder, son primos-hermanos”.

Y preguntó:

“‘¿Cómo le hacemos’ para que el que se saque el premio no ‘se desgracie’, no afecte a su familia, que pueda ‘tener’ este bien pero ‘que lo aplique adecuadamente’, que sea un bien para toda la familia?”.

Por eso piensa que para el debatible “premio” se cree un fideicomiso, esto es, un contrato a través del cual una persona, llamada “fiduciante”, transfiere bienes propios a otra (física o jurídica), el “fiduciario”, para “que ésta los administre” en “beneficio” propio o de un tercero: el beneficiario (¡ufff!).

Eso quiere decir que los más bien desafortunados “ganadores” no verán dinero alguno de inmediato, como tampoco el avión, ya que el Presidente quiere que el Banco de México (autónomo e independiente del gobierno, según la Constitución) maneje el “fideicomiso forzoso”.

Dijo que el objetivo es que, cuando por fin se venda el avión, al falso “dueño” "le vayan entregando “los intereses”, que se vayan capitalizando, y que “en un tiempo” pueda decidir qué hacer ‘con su dinero”’.

Nada de eso padecen quienes ganan la lotería tradicional o los pronósticos deportivos.

Qué desafortunado “ganador”: el presidencial nunca será suyo, solo le habrán “dado el avión”…