Levántame los lentitos

La autora es arquitecta, escritora, ilustradora y creadora de 'La Fábrica de Cuentos, Cuentos Personalizados'.

Desde los tres años mi hija necesitó anteojos. En una de las consultas al oftalmólogo, sucedió una de las anécdotas que más me hacen reír, y también reflexionar. El oculista, que también usaba lentes, puso delante de él a la niña, en ese banco que se coloca a la altura para poder divisar de lejos esos letreros de minúsculas letritas y casitas rojas para revisar la visión.

Se le acercó al nivel de su cara y le dijo: “mi niña, levánteme los lentitos”, con un tono cantadito, así como cuando se le habla a un niño con ternura. Mi hija volteó a verme desconcertada y con mis ojos le di señal de “adelante”. Ella fijó sus ojos en los míos, y le repetí: adelante. Dudó, pero confió en mí.

Entonces, segura de sí, con toda la  confianza alzó sus manitas y le levantó los anteojos al doctor. Obedientemente siguiendo la instrucción por mí avalada: levánteme los lentitos. Bueno, pues

después siguió un risión entre el médico y yo, que a duras penas pudo culminarse la consulta. Esto me llevó más adelante a reflexionar en lo que  significa la confianza; en que un hijo deposita totalmente la confianza en una madre.

En ella se difuminan sus miedos, sus inseguridades, y ellos van de frente sabiendo que lo que una madre dice es la verdad absoluta. Recuerdo ese momento a cada rato, porque hace darme cuenta de la inmensa labor e impacto que una madre tiene sobre sus hijos. Bien sabemos que el ejemplo arrastra, y es imprescindible ser el mejor ejemplo cada día.

Por eso, ante un fallo, un grito, una invisibilidad, un hijo se pierde. No tiene ojos qué mirar, que le digan: adelante, tú puedes, vas bien, vas mal. En esa confianza se manifiesta un lazo permanente. En el transcurso, mientras crecen, quisieramos guardar sus risas en cajitas de música para que suenen siempre. Pero, también, hay penas que nos apachurran el corazón hasta

volverlo pasa, cuando los hijos sufren o son dañados.

En este día de las madres, hago honor a todas ellas, que brillan en las estrellas, que desparraman sus bendiciones desde arriba a sus hijos. A todas las que tuvieron que otorgar su confianza a

otras mujeres para que siguieran guiando a sus hijos, pues ellas ya no están. Hago honor a esas madres que no engendraron un hijo en su vientre, pero que Dios labró en ellas un corazón especial para darle a otra criatura una familia con calor.

También, a aquellas abuelas alcahuetas o gendarmes, que abrazan al hijo o nieto con amor. Y a todas esas tías, amigas y maestras que fungen como madres al poner la curita en el raspón, o que enseñan a nuestros hijos que si abrazas a un árbol puede oler a vainilla, o que un libro da visión. A ellas quienes después de la tormenta te traen  al sol cada día…y te dicen: aquí estoy.

Hago honor a cada una porque creo que son de los mejores proyectos que ha creado Dios. ¡Feliz día de las madres!

La autora es arquitecta, escritora, ilustradora y creadora de 'La Fábrica de Cuentos, Cuentos Personalizados'.

ayalalirio@hotmail.com

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