No se tira

El autor es licenciado en Periodismo y chef profesional

"No vamos a ir, tengo mucho trabajo". El queso dejó de hacer hebra, las tortillas se enfriaron y los frijoles palidecieron, una sombra lúgubre cubrió el comedor de la casa; del otro lado de la mesa, mi hermano hacía pucheros tratando de contener un borbotón de lágrimas.

El cabildeo de mi mamá no se hizo esperar. "Pero viejo, ya habías prometido que mañana los llevarías". A mis 9 años había perdido la fe en la humanidad, quería odiar a mi papá pero no podía, era tanto mi coraje que dejé casi lleno el plato de frijoles y una terminada María la del barrio cuando me levanté de la mesa, cepillé los dientes, entré al cuarto, cerré la puerta y me acosté a llorar

con profunda tristeza y ahogamiento.

Las lágrimas corrían  a chorros por mis mejillas, en silencio, para que no escucharan mis papás. A los minutos entró mi hermano, se sentó en la cama y dijo "pero si ya nos había prometido que iríamos, me porté bien todo el año, solo tuveun diablito en el kínder pero fue por culpa de Vidal, (el niño más despiadado de la Vía Láctea)", y en ese momento comenzó a llorar.

Guardé silencio y tragué mis lágrimas mientras Noé se dormía semisentado. Cerré los ojos y después de una larga noche sentí que me jalaban los pies, "Juan Ángel, ¡despierta! nos va a dejar el  amión" abrí los ojos, era mi papá. Mi hermano brincaba de un lado a otro buscando sus tenis nuevos. "Juan Ángel apúrate nos va a dejar el camión", me senté en la cama, Noé gritaba "¡sí vamos

a ir, sí vamos a ir, papá dice que sí vamos a ir!". Incrédulo, me vestí lentamente, fui al baño y mientras cepillaba los dientes apareció mi mamá con una sonrisa , "Sí van a ir mijito, apúrate". Era notorio que una vez más, mi mamá había triunfado después de una larga plática con mi papá.

A los minutos pasó el camión, nos subimos emocionados, escuché al chofer decirle a mi papá: "Sí Nachito, los bajo enfrente, no se preocupen"; mi hermano iba contando los kilómetros de cada señalamiento.

Cuando entramos a Hermosillo mi papá nos pidió que nos paráramos para bajar de inmediato, el camión se detuvo frente a un letrero colorido que decía  “La Sauceda”, bajamos emocionados y buscamos el acceso, entramos como si se tratara de Disneyland, no lo podíamos creer, estábamos en el nuevo y famoso parque acuático.

Mi papá nos pasó una mochila, "¡pónganse estos shorts que les echó su mamá!". A partir de ese momento todo fue diversión. Pasamos horas dentro del agua y cuando ya estábamos arrugados  nos trajo dos hamburguesas servidas con papas tipo chips, de esas comerciales que vienen en empaque amarillo; fue la hamburguesa (comprada) más deliciosa del mundo, mi hermano sólo se comió la mitad. Mi papá le dijo "te vas a arrepentir de haber dejado la comida, luego vas desear ese trozo de hamburguesa".

Ya de vuelta a la Capital del Mundo, a mitad del camino, Noé me dijo al oído "tengo hambre". Mi papá, con su oído de tísico, sacó un envoltorio de la mochila y se lo dio a mi hermano. Era

la mitad de su hamburguesa. Mientras se la comía le dijo: "nunca se te olvide, la comida no se tira".

El autor es licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.

@chefjuanang