El niño interior

La autora es licenciada en Psicología, con maestría en Terapia Gestalt.

El niño o la niña interior es un concepto que nace de la terapia Gestalt. Para la Gestalt, el niño/a interior es la estructura psicológica más vulnerable y sensible de nuestro “yo”. Se forma de experiencias positivas o negativas que hemos vivido en los primeros años de nuestra vida. Cuando pasa el tiempo, esta “personita” se va escondiendo dentro de nosotros y sale a la luz solo en determinadas circunstancias.

El sanar nuestro niño/a interior nos permite liberarnos de la carga neurótica. Somos hijos del pasado y tal vez, padres en un futuro. Dentro de un proceso de terapia la persona se apropia de su niño/a y se conecta con el dolor original, para que el pasado deje de intervenir en nuestro presente y poder lograr vivir de forma plena.

Casi todos hemos vivido situaciones difíciles, como por ejemplo: una infancia pobre, bullying, abusos, infancia rica en soledad, muchos hijos, padres ausentes, etc.. Lo que no hemos resuelto en nuestra infancia puede emerger cuando menos lo esperamos. Por ejemplo, cuando tienes que tomar una decisión importante y te llenas de miedo o tienes que recurrir a papá a que te oriente, porque sientes que no puedes, o cuando en una discusión haces berrinche porque las cosas no son como querías y terminas rompiendo cosas o actuando como un niño/a.

Por eso es importante sanar esa parte de ti para que sea el adulto quien pueda hacerse cargo del niño/a y no viceversa. Es importante abrazar las heridas desde el adulto que somos. Ejercicio para sanar a tu niño/ a interior: Existen muchos ejercicios e incluso en YouTube puedes encontrar guías para poder sanar tu niñez. Hoy les daré uno sencillo y que puedes hacer en casa. Busca en tus álbumes de fotos y elije una foto de niño/a, la edad que tú consideres. Busca un espacio tranquilo y siéntate frente a tu foto, obsérvala por un momento y trata de captar todos los detalles, después cierra tus ojos.

Empieza a recordar cómo era tu cuarto, qué juguetes tenías, a qué jugabas, qué hacías cuando estabas solo. Ahora mírate a ti mismo como eres hoy e imagina que estás entrando a esa habitación que tenías cuando eras pequeño.

Abres la puerta y te ves ahí sentado de niño, con tus miedos, con tu sonrisa. Eres tú de niño.

En la habitación están los dos, tú de adulto y el niño. Empieza a hablarle, acércate poco a poco, usando tu imaginación, pregúntale qué necesita. Ahora puedes entenderlo y abrazarlo, darle tu amor, cuidado, seguridad y protección.

Dile que nunca volverá a estar solo, y trátalo como te hubiera gustado que te trataran los demás. Dile que a partir de ahora estará a salvo, que lo cuidarás y aceptarás como es. Juega con él, diviértete, deja que salga su espontaneidad. Dile que ahí estarás cuando te necesite, abrázalo y siente cómo se funde en ti, entrando en tu corazón. Sal de tu habitación y poco a poco regresa al presente. Vuelve a tomar tu foto y ponla en un lugar donde puedas verla por unos días y cada vez que la veas habla con ese niño/a que fuiste.

Hacer este tipo de ejercicios nos permiten sanar de diferentes formas. En ocasiones no podemos evitar que salga el niño berrinchudo o abandonado que fuiste, sin embargo, ahora el adulto se puede hacer cargo de él, tranquilizándolo y tomando el control de las cosas. Pregúntate en una situación de enojo, ¿quién está reaccionando? ¿El niño o el adulto? Y poco a poco irás identificando y cambiando patrones de respuesta.

La autora es licenciada en Psicología, con maestría en Terapia Gestalt.