Todo se vale

El autor es periodista con más de 35 años de experiencia, LAE, MCO, DAP.

Si bien dicen que en la guerra y en el amor todo se vale, lo mismo ocurre cuando se buscan herramientas para engrandecer la organización. Aunque no es lo común, pero suele suceder, hay organizaciones de cualquier tipo que manejan ser las mejores, las más audaces, capaces, que tienen el mejor servicio o producto y todo aquello que los mercadólogos sugieren.

Es lo común. Pero hay un punto que se utiliza conforme a la capacidad presupuestal que se tenga y que tiene que ver con reconocimientos externos. Suele ser una estrategia chapucera, pero también es válida.

¿Cuántas veces se visitan oficinas o centros de trabajo en los cuales se observan reconocimientos, galardones o distinciones en papel o bien figuras decorativas (las de cristal son las más impresionantes, más allá que las placas de metal) de empresas supuestamente certificadoras que solamente existen en papel?

Se presenta este fenómeno en muchas organizaciones, por ejemplo en universidades que quieren aparecer entre las primeras galardoneadas, organismos de gobierno cuyo interés es resaltar

su trabajo aduciendo ser acreedores a premios internacionales o nacionales; hasta de organizaciones de periodistas que otorgan reconocimientos por años de competencia en el gremio pero que,

quienes les entregan esa distinción realmente no tienen la importancia debida.

De hecho, la calidad de ese tipo de certificaciones deja mucho que desear una vez que se investigan a fondo y que incluso tales certificadoras pueden tener años realizando ese tipo de negocios.

Ahora, con el uso de Internet, es factible conocer la certeza de la importancia de las organizaciones que premian, pero antes, cuando los ISO se convirtieron en moda, se entregaban los reconocimientos como palomitas, bajo el esquema de que se permitían propuestas de acomodo en los procesos y listo, se entregaban aun sin comprobar si las observaciones se cumplían al pie de la letra.

Ese sentido de vanagloriarse tenía a su vez como objetivo el poder enviar mensajes de grandeza tanto al interior como al exterior de la organización vía medios de comunicación, pero rara vez cumplen con los estándares de quienes se dedican al mismo ramo quienes ya conocen cuáles premiaciones son “patito” y cuáles no.

Esto es así en esta lucha que significa contar con una mejor imagen que la competencia, aun y cuando dichos premios fueran adquiridos presupuestalmente o inducidos, es decir, que se perfilara a la organización a conseguir ese beneficio aún y cuando el otorgamiento fuera hecho por una organización de poca valía.

Habrá quienes consideren que esta acción es antiética, sin embargo, en la productividad organizacional así como en la guerra y en el amor, todo se vale con el fin de lograr los objetivos deseados y la justificación más palpable se da cuando crece el ánimo de pertenencia.

Por cierto, es muy raro que el cliente interno y externo, se dé cuenta de esta estrategia.

El autor es periodista con más de 35 años de experiencia, LAE, MCO, DAP.

Es director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de CEO, Consultoría Especializada en Organizaciones.

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