Semana Santa en la azotea

La autora es licenciada en Derecho por la Universidad La Salle Noroeste. Tiene un Diplomado en Ciencias Sociales y Antropología Filosófica. Integrante del Colectivo Teatro P. M. y corresponsal de Expreso en Cajeme.

Con el periodo vacacional encima y las restricciones por parte de las autoridades de salud para visitar destinos turísticos, para muchos sonorenses no queda de otra que pasar la Semana Santa en casa.

A algunos sí les alcanzó para irse de viaje a la playita y pagar su prueba Covid negativa carísima de Francia; otros tantos optaron por no salir de la ciudad sólo por el miedo de contagiarse. Y luego

estamos los otros sonorenses, de raíces humildes, quienes sabemos que para pasar unos buenos días de Semana Santa con el calorcito veraniego que se dejó venir, no se ocupa mucho; si acaso,

una hamaca, un árbol que dé sombra, una buena compañía y algo de beber para hidratarse.

Con la idea en mente de hacer mi propio espacio vacacional en mi pequeña casa de Infonavit, me di una vuelta por los cruceros mas transitados de Ciudad Obregón en donde siempre hay vendedores de hamacas, sombrillas para playa, sombreros y todo lo que te imagines que tenga que ver con las vacaciones porque #mercadotecnia.

En el lugar, los ojitos se me iban para todos los lados pues les he de confesar que siempre fue mi sueño tener una hamaca en el patio de mi casa para pasar mis ratos libres. Entre tanta variedad de formas y colores, no encontraba yo por cuál decidirme, por lo que se me acerca el señor encargado y con un ligero acento achilangado, me dice: ¿qué pasó, muchacha, no se decide por ninguna? No, oiga, si quiere atienda primero al señor aquel, le contesté.

Si yo me veía emocionada por la compra, el otro cliente parecía que había encontrado la octava maravilla del mundo cuando vio que don vendedor tenía en exhibición una especie de hamaca que mas bien parecía una cama, amplia, acolchonada y de muy lindo diseño. Por supuesto que de tan solo verla, ya podría imaginarse uno que era de las más caras que tenía a la venta.

El hombre, sin preguntar el precio, pidió dos hamacas de las más cariñosas porque la emoción de haberlas encontrado parecía que valía cada peso que desembolsó.

Y una que es mitotera, no pudo evitar sacarle un poquito de plática: “Se ven bien concha. Bien a gusto van a estar, oiga”. Nuestro nuevo amigo con una sonrisa contagiosa me indicó que efectivamente, estaban al chingazo para echarse una pestañita. “Una es para mi mamá, ya está muy mayor, apenas una de estas para que se acomode bien. Y la otra es para mí”, dijo.

El gesto en su cara de satisfacción me indicaba que sería toda una sorpresa para su madre recibir ese regalo, más en estas fechas en las que se antoja estar tirando concha en una hamaca. “Ahorita voy a llegar colgándolas en la terraza para acostar a mi amá ahí, en lo que yo me tomo unas cheves. Algo así como Acapulco en la azotea; Semana Santa en la azotea”, dijo gustoso. Al parecer, a su sacrosanta madre de avanzada edad la acaban de operar de urgencia y antes de que todo pasara, la señora ya tenía previsto un viaje al sur del país, donde se quedaría con otro de sus hijos en un punto playero del estado de Jalisco.

Al no poder salir de casa por estar recuperándose, a nuestro amigo se le hizo buena idea acondicionarle el área de terraza para que su madre sintiera que en realidad sí tomó unas vacaciones. El detalle no me pudo parecer mas perfecto y lleno de amor. Morí de ternura. No creo que haya muchos hijos que hagan eso por sus madres.

Mientras él se fue deseoso de llegar a casa para sorprender a su mamá, yo seguí todavía media hora más tratando de regatear con don chilango para que me hiciera un buen descuento, pero no lo logré y al final me fui sin comprar nada.

Inmediatamente, le marqué a mi madre para invitarla a comer.

Tal vez todavía no sea mi tiempo para tener una hamaca en mi patio, pero definitivamente sí es tiempo de gozar de los seres queridos mientras los tengamos, con el pretexto de las vacaciones.

La autora es licenciada en Derecho por la Universidad La Salle Noroeste. Tiene un Diplomado en Ciencias Sociales y Antropología Filosófica. Integrante del Colectivo Teatro P. M. y corresponsal de Expreso en Cajeme.