2025: el año en que se acaba esto

El autor cursa la Licenciatura en Economía en la Universidad de Sonora.

Quiero creer que ya entendimos como mexicanos que, aunque la campaña de vacunación tenga un porcentaje de cobertura del 100%, las secuelas que el COVID-19 le dejará a nuestro país no serán efectos adversos de salud, sino un saldo económico de condición catastrófica.

Distintos organismos proyectan que la recuperación del PIB al nivel del 2019 se podría lograr hasta el 2025. Dentro de 4 años. La recuperación del mercado laboral será todavía más lenta, forzando a las familias a deshacerse de los ahorros que tenían acumulados desde hace años.

La crisis del 2009 disparó los niveles de pobreza laboral y tuvieron que pasar 10 años, hasta el 2019, para que México pudiera volver a los niveles anteriores. Ahora nos espera algo peor.

El CONEVAL reporta que en 2018 el porcentaje de pobreza extrema era del 16.8% y en 2020 ascendió a 25.5%. Un crecimiento de nueve puntos en un año. Más de un cuarto de los mexicanos ahora viven en una situación de pobreza extrema.

La pobreza por ingresos, que en 2018 era de 48% se elevó casi ocho puntos, subiendo al 56.7%. Es difícil procesar estos datos como algo más que números. Incluso vivirlos en carne propia no es suficiente para dimensionar los posibles efectos a largo plazo que tiene el desempleo y la pobreza en la salud, nutrición y educación de una población.

La modesta suma del 1.7% del PIB destinado a transferencias  monetarias del gobierno palidece ante otros países de la región que destinan hasta 4%de su PIB para combatir desde el frente monetario a la pandemia.

La inversión que el gobierno mexicano ha destinado para proteger el empleo y evitar la caída de la actividad productiva fue menos del 1% del PIB. Comparemos esto con países como Brasil y Perú, que emplearon el 12%. ¿En qué está gastando dinero el gobierno, sino en ayudar a sus ciudadanos a combatir la crisis económica que trajo la pandemia? Evaluar estas decisiones

de nuestros gobernantes es más importante que nunca.

Los jóvenes que van saliendo de la carrera se encontrarán con un mercado laboral difícil, quizás más que en cualquier otro punto en la historia reciente. Una generación de jóvenes entrando a la fuerza laboral trabajando no en lo que les gusta, sino en lo que puedan.

La reducción de los niveles de pobreza en México no depende de las transferencias monetarias del gobierno sino del crecimiento de la economía. El que las personas se vean forzadas a laborar desde la informalidad para subsistir frena el crecimiento económico y las posibilidades de desarrollo en el país.

Urge una política social y económica que integre a los sectores más  pobres y vulnerables de la economía formal y les de sus propios medios para que salgan de la situación en la que nos encontramos.

Necesitamos que se reevalúen las prioridades acordadas a un nivel federal. Invertir en grandes obras de infraestructura de dudosa capacidad multiplicadora es, una vez más, apostarle al pasado cuando necesitamos ver hacia adelante.

El reto más difícil será el recuperar el grado de confianza de los  inversionistas. Calificadoras internacionales ya se acostumbraron a reportar cómo México pierde grados de inversión.

En un mundo ideal, la reforma fiscal que se presentó hace poco vendría totalmente reestructurada para mantener más dinero en el bolsillo de los ciudadanos y menos en el del gobierno y extender la alfombra roja para los empresarios, los verdaderos creadores de valor en el país.

En el año pasado se perdieron más de 400,000 negocios en todo México. El camino de la recuperación es cuesta arriba y será duro para todos.

Todos los especialistas coinciden que el efecto de crisis ocasionado por la pandemia se agravó debido a que no se implementaron políticas anti cíclicas como sucedió en los demás países.

Todavía no es demasiado tarde para hacer algo y tratar de enmendar un poco las grandísimas fallas que se han tenido en el manejo de la pandemia.

Más allá de un diagnostico pesimista, quiero hacer un llamado para hacer equipo entre ciudadanos, empresarios y gobierno con el fin de trabajar en la parte que nos toca y salir adelante.

Parece ser que la “nuevanormalidad” no solamente incluye medidas preventivas de salud, sino el día a día de la realidad económica que tendremos que afrontar de ahora en adelante.

El autor cursa la Licenciatura en Economía en la Universidad de Sonora.