Pensar con la cabeza fría

El autor es licenciado en Ciencias de la Comunicación.

Cuántas veces no nos hemos encontrado en situaciones donde tenemos la emoción a flor de piel y tomamos decisiones casi instintivas, lo cual nos lleva a tomar una elección de la que después nos arrepentimos por no haber analizado las cosas.

No quiero decir que sea incorrecto permitirnos actuar guiados por nuestra emoción, pero inclusive en ese momento, probablemente hagamos un ligero análisis de nuestras decisiones.

La mayoría de nuestras elecciones guiadas por la emoción no tienen un resultado favorable a comparación de cuando tomamos una lo suficientemente pensada e identificando lo bueno o malo de lo que hacemos.

A veces, la emoción puede darnos un momento bonito, casi perfecto, donde las cosas salen bien, aunque cuando  vemos todo el panorama real de lo que conlleva hacer algo, podemos pensar dos veces antes de hacer las cosas; es ahí nuestro pensamiento racional entra en acción.

Claro, es muy bonito tener  ese lado emocional y es placentero tener las emociones a flor de piel, pero a la hora de tomar decisiones, también debemos de trabajar de la mano con nuestro pensamiento analítico y no cargarle todo a nuestra emoción.

El autor es licenciado en Ciencias de la Comunicación.