¡Emprendedores sociales al rescate!

La autora es Directora de Grameen de la Frontera

El término “emprendedor social” toma cada vez más relevancia, pues en medio de la crisis económica y social que ha dejado a su paso la pandemia del Covid-19, queda claro que las manos que  puedan resolver los problemas sociales más apremiantes van a ser necesarias con urgencia.

Hablar de emprendimiento social es muy complejo, es entender que la innovación es la base de un modelo que busca dar solución a situaciones como el hambre, la pobreza, el deterioro del medio

ambiente, la desigualdad, entre muchas otras. Es encontrar además, en estas soluciones, un modelo de negocio que resulte sustentable y que permita sostener las vidas de quienes trabajan en él, logrando un impacto positivo en el entorno.

Ashoka, una de las organizaciones internacionales más importantes en la promoción del emprendimiento social, lo define como “el proceso mediante el cual los ciudadanos construyen o transforman instituciones o sistemas para resolver problemas sociales. Implica la creación de nuevos equipos y recursos que mejoren la capacidad de la sociedad para abordar problemas y

así, maximizar el impacto social a través de la sustentabilidad y la sostenibilidad”.

Es difícil dar con certeza una estadística que demuestre la cantidad de emprendimientos sociales que existen en el país, pero según las instituciones enfocadas en su promoción y financiamiento, los últimos 5 años se ha visto un proceso importante de crecimiento en este sector, rompiendo paradigmas importantes como el hecho de que no se pueden generar utilidades a la vez que se apoya

en la solución de problemas complejos.

Los emprendedores sociales, a través de sus modelos de operación, han dignificado a las personas en condiciones vulnerables, ofreciéndoles soluciones al alcance de sus posibilidades, partiendo

de la lógica de que estamos en igualdad de capacidades y de que con los instrumentos adecuados, podemos hacer que los individuos transformen sus propias condiciones de vida.

La pandemia dejó un saldo de 647 mil 710 empleos perdidos en 2020, de los cuales 560 mil 473 eran formales y 87 mil 237 eran eventuales, según las últimas cifras publicadas por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), además de que nuestro país será uno de los que cuente con mayores tasas de crecimiento de personas en situación de pobreza en América Latina, debido a

la crisis por el coronavirus.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) estimó un aumento de entre 8.9 y 9.8 millones de mexicanos con un ingreso inferior a la Línea de Pobreza

por Ingresos por la crisis de Covid-19, es decir, casi 10 millones de nuevos pobres, que enfrentarán problemas de acceso a empleo, a salud, educación, vivienda y en general, que enfrentarán nuevos

problemas sociales.

Para los emprendedores sociales, un panorama así representa un abanico de posibilidades para desarrollar nuevos modelos donde las personas se encuentren en el centro del propósito de las organizaciones y en el que se pueda probar que generar utilidades es posible al tiempo que se genera desarrollo económico y social, con efecto positivo en el medio ambiente.

¡La esperanza de México está en sus emprendedores sociales!

La autora es Directora de Grameen de la Frontera y profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte

@PaulaTakashima