Y a usted, ¿quién le dio el derecho?

El autor cursa la Licenciatura en Economía en la Universidad de Sonora.

A luces de la reciente insurrección de los boomers en el Capitolio de Estados Unidos, la censura del Big Tech se dio la tarea de remover la máscara que se había colocado pobremente en primer lugar. Muy a lo ‘Minority Report’ con Tom Cruise, Jack Dorsey, amante de la censura en masa, borró la cuenta del presidente Trump bajo la excusa de querer prevenir futuras incitaciones a la violencia.

Esto dejó a sus casi 50 millones de seguidores en la oscuridad y, argumentativamente, a todo Estados Unidos. Interesante ver cómo los videos que Trump publicaba desde el patio de La Casa Blanca insistiéndole a sus seguidores que se fueran a casa era imposible de compartir mientras la cuenta todavía estaba de pie.

Esto les dio el banderazo verde a las demás plataformas para ejecutar la presencia digital del Presidente. Además de Twitter, Instagram, Facebook, Youtube, Snapchat, (¿todavía existe?) servicios de Amazon, Reddit, Twitch, Liquidweb y Shopify han eliminado a Donald.

Combinados, todos estos servicios son miles de millones de impresiones del mensaje de Trump y la imposibilidad de accesarlo de ahora en adelante en sitios mainstream.

Esto es la ebullición de un tema que llevaba tiempo carburándose. Cada vez más el sesgo por las opiniones social-demócratas y la dificultad para encontrar perspectivas conservadoras se hace más

evidente. Cientos de creadores de contenido de derecha han perdido sus cuentas sin más motivo que diferir de la narrativa popular.

Uno podría hacer el argumento: “¡Pero eso es libre mercado! Son compañías privadas y están bajo su derecho de hacer lo que quieran, de elegir a quién proveen su servicio y a quién no”. Ésta normalmente sería mi posición, pero cuando uno se encara al Big Tech se encara con uno de los monopolios con más poder en memoria reciente.

Facebook tiene más influencia y recursos que países enteros. Google básicamente opera como un servicio de espionaje masivo con servidores que, literalmente, operan desde China. El trabajo de un Gobierno, entre otras cosas, es dar las condiciones para que un mercado verdaderamente libre pueda operar.

Esto no tiene nada de libre. Al contrario. Julian Assange, pionero de la libertad de expresión y de los primeros denunciantes de las prácticas de espionaje masivo por parte de los gobiernos occidentales, definitivamente ha visto mejores días. Recientemente removido de la embajada de Ecuador en Inglaterra, ahora pasa sus días en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, ubicada al sureste de Londres.

Entre cartas mandadas al presidente Trump de ganadores del premio Nobel de La Paz, ofertas de gobiernos serios como lo es la administración de Macron en Francia, el presidente López Obrador en México decidió ofrecerle al programador asilo político.

Aunque uno podría de manera fácil hacer el argumento de que esto se hizo únicamente por una posible ganancia política (de todas formas el Gobierno mexicano sigue utilizando Pegasus contra su

población, una plática para otro día) lo realmente sorprendente fue que la misma clase periodística mexicana criticó al Presidente de forma categórica.

¿Por qué?, ¿qué no el periodista es probablemente la profesión que más se beneficia de la libertad de expresión? Este acto debió haber sido aplaudido. Varios dijeron que esto podría generar problemas con la nueva administración Biden.

Bueno, ¿y eso qué?, ¿dónde esta la valentía? Suficiente daño ha demostrado Estados Unidos que es capaz de hacer.

Pero, no, la manera en la que redactan no dejan al lector con la idea de que el criticar la posibilidad de aceptar a Assange en México se deba por la posibilidad de incitar tensiones con Estados Unidos. No, realmente se trata de criticar al presidente López por criticarlo.

Esto lo digo como un opositor firme ante el régimen actual. Pero, el criticar sin pensar, sin construir, me hace pensar que la mayoría de la prensa mexicana no tiene idea de dónde está parada. Me hace incluso pensar que hay intereses financieros internacionales de por medio. No estoy seguro...

De lo que sí estoy seguro es de dos cosas: La crítica debe ser constructiva y consciente. La libertad de expresión es apartidista.