La guerra de las almohadas

Papá, emprendedor, escritor, conferencista, consultor y podcaster

Somos 5 los que vivimos en casa; mi esposa Olivia, nuestros hijos Mario Alejandro, Victoria, Andrea y yo. Considero que somos una familia bastante común a la que pudieras encontrar entre personas de la generación X, salvo por un pequeño detalle que desde hace 6 años ha marcado una gran diferencia en mi vida profesional y en la relación que guardo con mi esposa e hijos: trabajo desde casa. Podrás pensar: ¿y qué tiene de distinto esto? ¡todo el mundo trabaja desde casa con eso de la pandemia! los que son generación Y, los que somos generación X y hasta algunos “baby boomers” hemos tenido que adaptarnos a ello.

Aunque desde el año pasado muchas personas han hecho del home office su modo de vida, la diferencia está en que yo tengo 6 años así. Note lo comparto para presumírtelo, sino para ser más

claro en lo que esto implica para mí y mi familia, sobre todo a la hora de jugar. Sí, el juego es una obligación para cualquier familiar o invitado que debe ser ejecutado con la obligada solemnidad de

cualquier rito iniciático para validar la pertenencia a esta familia.

Sobre todo las recreaciones -bastante apegadas a su versión original-, que hacemos con almohadas, de las más famosas batallas campales en la historia de la humanidad.

Olivia es quien se resiste a participar, nos encara por hacerlo y cuestiona mi rol de ejemplo para mis hijos al envolverme con ellos en juegos que los pueden lastimar.

Mario Alejandro, “brazo de hierro”, es la representación terrestre de Tyr, el dios de la guerra y si lo cruento de nuestras batallas no fuera un obstáculo, para él sería un deleite combatir diariamente.

Victoria oculta su fragilidad para recibir almohadazos detrás de su astucia para propinarme con gran eficiencia, un golpe bajo en el momento cuando menos lo espero.

Ella no sabe a ciencia cierta lo que provoca, sólo sabe que al hacerlo ayudará a su causa, porque me tendrán doblado, sin defenderme el tiempo necesario para que su bando pueda recobrar la ventaja.

Éste es justo el momento en el que Andrea, de 2 años, hace su entrada en la batalla con una eficiencia mayor a la de las falanges macedonias combinadas con la famosa maniobra del gran Alejandro Magno para aniquilar al inmenso ejército persa de Darío y forjar su fama como uno de los grandes estrategas militares de la historia.

Mi pequeña hija blande al cielo su pequeña almohada de 30 centímetros, que sin tocar a sus adversarios detiene en seco su ataque, puesto que sabe, pese a su corta edad, que ellos evitarán ante todo lastimarla.

Algunas veces Olivia interviene activamente en el combate, decantándose para uno u otro bando sin lealtad alguna, más bien lo hace a conveniencia de las circunstancias bajo las que las hostilidades se desarrollen.

Aunque siempre nos regañe-como mi madre lo haría- y me repita una y otra vez que en lugar de 3 hijos tiene 4, -porque me comporto como uno más-, es imposible para ella ocultarnos todo lo

que disfruta -al igual que yo y mis pequeños- del ritual iniciático de la guerra de las almohadas.

Papá, emprendedor, escritor, conferencista, consultor y podcaster LinkedIn: @MarioCoronaOficial