“Los elefantes y el hijo del Cónsul”

El autor es escritor, conferencista, consultor y podcaster.

La batalla de Zama -hoy Túnez-, en octubre 19 de 202 a.C. representó el desenlace de la segunda guerra púnica entre la poderosa Roma y el poder emergente de Cartago, enfrentando al general

púnico Aníbal Barca -uno de los tres mejores estrategas militares de la historia junto a Napoleón y Alejandro Magno- y el joven Publio Cornelio Escipión.

El gran general fue derrotado por un hábil Escipión y ni siquiera los temibles elefantes con los que cruzó los alpes y que atormentaron a los romanos por más de 17 años pudieron marcar la diferencia a su favor. En anteriores batallas las enormes bestias hacían estragos en la primera línea de defensa romana integrada por los “hastati”, poniendo en fuga tanto a galos, baleáricos y todo tipo de guerreros obligadas a pelear por Roma.

Pero su enemigo no era un romano “común”; -y para ser más preciso, y a juicio del que ahora escribe-, Publio ya le había ganado la batalla al general cartaginés desde que consiguió llevar la guerra hasta África, donde gracias a una serie de importantes victorias sembró el suficiente temor en el Consejo púnico para reclamar a su gran General, quien tuvo que abandonar Italia sin haber podido

conquistar Roma, logrando de esta forma Escipión robarle la iniciativa y fijar las condiciones del combate en África.

La segunda victoria del joven General romano se dio al desactivar a los poderosos elefantes. Aunque es importante señalar que no fue este acierto por sí solo lo que inclinó la balanza a favor de los

romanos, puesto que su caballería comandada por Lelio y el príncipe númida Masinisa, provocó la huida de su contraparte cartaginés y logró volver al campo de batalla para atacar a los veteranos de Aníbal por la espalda, provocando su casi completa aniquilación e inclinado a su favor la balanza para dar fin a la batalla.

Son numerosos los méritos del joven Escipión; desde su valor, su destreza política, su decisión de llevar la guerra hasta África, el milagro de volver a la vida a las dos legiones “malditas” desterradas en Sicilia -obligado por la falta de refuerzos- y además tener que evadir las maniobras de Fabio Máximo, ex Cónsul romano y enemigo del mismo nivel que el gran Aníbal Barca.

Aun así es de reconocer la forma como desactivó el poder de los elefantes, con una estrategia de la que todos podemos aprender. Primero ordenó a sus hombres pulir corazas, cascos y cualquier pieza de metal, para reflejar el sol y deslumbrar a los elefantes, y la más importante: ordenó a los hastati que abrieran  amplios pasillos por los cuales las bestias pudieran seguir su camino

sin encontrar resistencia, convirtiéndose en su desbocado avance en presa de lanzas, jabalinas, espadas y toda clase de armas arrojadizas y punzocortantes, hasta caer víctimas del mismo dolor que

antes inflingían.

La lección es sencilla e importante: no siempre se gana peleando de frente con un enemigo más fuerte. Hay veces en las que será más fácil vencer dejándolos avanzar.

Así triunfó Publio Cornelio Escipión, el hijo del Cónsul y el vencedor total de la segunda guerra púnica-romana, quien logró también la magistratura en Roma al igual que su padre Cornelio.

El autor es escritor, conferencista, consultor y podcaster.