Un mundo sin Matildas

La autora es Directora de Grameen de la Frontera y profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte.

El efecto Matilda es el nombre que se utiliza para hacer referencia a la discriminación que han sufrido muchas científicas, a quienes a lo largo de la historia les fue negada la posibilidad de aparecer como las responsables de sus investigaciones y descubrimientos.

Este fenómeno fue descrito por primera vez por Matilda Joslyn Gage, sufragista y abolicionista, en su ensayo “La mujer como inventora”.

Una de las consecuencias más importantes del efecto Matilda, es que se ha impedido que la humanidad reconozca y tenga memoria de lo importante que fue el trabajo de estas mujeres que tuvieron que hacer frente a un sistema patriarcal que negaba el acceso al conocimiento a las mujeres.

En un contexto donde el papel de la mujer empieza cobrar protagonismo y donde se ha avanzado en la construcción de igualdad, resulta urgente garantizar que niñas y jóvenes tengan acceso a la ciencia, pero que también se garantice el reconocimiento a sus logros.

Son muchas los ejemplos de las mujeres cuyos descubrimientos fueron plagiados y a las que se les condenó al olvido. Un ejemplo es Alice Augusta Ball, química que a inicios del siglo XX dedicó trabajo a encontrar una cura para la lepra.

Tras su muerte, su colega Arthur Dean, retomó los avances hechos por Ball, firmando todos los avances a su nombre sin otorgarle nunca ningún tipo de crédito a Ball.

La cura contra dicha enfermedad sería conocida como el “método Dean” contra la lepra. Nettie Stevens fue la mujer que descubrió el sistema XY de determinación del sexo. Sus estudios identificaron por primera vez que el sexo de un organismo está determinado por sus cromosomas.

Todo el trabajo de Stevens fue retomado por Hunt Morgan, un genetista distinguido, a quien a la fecha se le atribuye erróneamente este descubrimiento Un ejemplo adicional es el de Lise Meitner, doctora en física que dirigió al equipo que descubrió la fisión nuclear, con la cual hoy en día se produce cerca del 20% de la energía eléctrica que se consume mundialmente. El Premio Nobel

de Química por dicho descubrimiento fue otorgado a su sobrino, Otto Frisch.

La lista puede ser interminable, sin embargo, lo importante es hacer consciente que debemos dejar de lado esta cruzada por desaparecer de los logros de la humanidad a las mujeres, quienes no gozan de las mismas oportunidades que los hombres para desarrollar una profesión científica y para progresar en ella.

Las mujeres son a nivel mundial el 50% de la población, sin embargo, en el terreno científico representan menos del 30% de los investigadores del mundo. Las razones por las que niñas y mujeres

jóvenes no ven una posibilidad en la ciencia atienden a diversos factores, pero uno de los principales son los estereotipos de género, los cuales no solo desacreditan su presencia en el área científica, sino que son los que alimentan el efecto Matilda.

La ausencia de las mujeres en la ciencia supone la renuncia a todo su conocimiento, talento y potencial. ¿Realmente queremos perdernos de esto?