Se te fue la vida a los 20

La autora es licenciada en Mercadotecnia, con certificación en Semiótica de la Imagen.

Algunos dicen que esta temporada no es la mejor para haber egresado de la universidad y comenzar la búsqueda de empleo, a veces pienso que están en lo cierto. Otros dicen que la situación para los jóvenes realmente no cambió mucho, siempre ha sido difícil. El método para la búsqueda de trabajo en apariencia sigue siendo el mismo, bastante tradicional, sin embargo, hay unos elementos que hacen que ser un recién egresado no sea tan alentador y excitante del todo.

Quizá siempre ha sido así, pero se siente novedoso.

Primero, la pandemia. Claro que quienes acabamos de terminar nuestros estudios no somos los únicos afectados, hay cientos de personas que perdieron sus empleos por recorte de personal gracias a algunas normativas para beneficio de las empresas. Está también la escasez de oportunidades y las altas dificultades del emprendimiento.

Segundo, ser recién egresado en un país donde en las vacantes exigen el doble de nuestra edad de experiencia laboral, incluso los reclutadores se molestan contigo por tener 23 años y no tener 50 de experiencia y aun así querer la oportunidad, ¿cómo te atreves?

Tercero, ¡nuestras expectativas son de ensueño! (¿lo son?), es decir, encontrar un trabajo que nos apasione en nuestra área de estudio, donde el sueldo sea justo y suficiente, así como el ambiente agradable y que permita un crecimiento tanto laboral como personal… es pedir demasiado (¿lo es?).

Tener 23 años, sin empleo, sin experiencia, sin ingresos propios alentadores, con un poco más de tiempo que da paso libre a la ansiedad y con el conocimiento de aquéllos que adicional a su esfuerzo y que (tal como ellos dicen) han contado con un gran golpe de suerte, muchas veces se siente desalentador y agobiante. Se siente como que ya se te fue la vida y no hiciste lo que soñaste, que no avanzas. Algo pesimista ¿no?

“Son las hormonas de la juventud, del estrés, por eso son tan negativos…” “Es que se van directamente a lo grande…” “Primero tienen que…” “Eso no…” “Eso sí, pero…”

Algo pesimista también ¿no? Quizá las hormonas sí tienen algo que ver porque cada vez que entras a los sitios para buscar empleo sientes que tu corazón se acelera y la frustración y las lágrimas se

acumulan conforme pasan las horas y no encuentras nada. Tal vez tenemos esta tendencia natural de inclinarnos a ese lado del pensamiento donde se ven las opciones como escasas, lejanas o inexistentes.

Estoy de acuerdo con decir que la vida se te fue a los 20 es considerablemente extremista, la vida no acaba a los 20, aunque a veces se sienta de esa forma.

El peso de nuestros sueños no descansa solo sobre nuestros hombros, lo acompañan los deseos de nuestros padres y hermanos de vernos vivir bien, felices, de encontrar el empleo aspirado después de años de emoción y determinación. También lo acompaña aquel sentimiento de insuficiencia e incertidumbre… tal vez por eso exigen los milenios de experiencia, porque la motivación y las bases probablemente no son suficientes.

Me gusta pensar que algún día nuestro esfuerzo y aquel tan anhelado golpe de suerte también coincidirán y nos brindarán la oportunidad que permita a nuestro potencial fluir en la misma frecuencia que nuestros sueños y aspiraciones. Quizá todo simplemente es cuestión de tiempo y de una increíble paciencia. Quizá todo es cuestión de perspectiva, así como lo mencioné en mi columna anterior.

Perseverancia, ánimo. Dicen que hay algo después de los 20... ¿qué será?