Ojalá y en 2021 nos unamos

El autor es Internacionalista. Maestro de Relaciones México-USA y de Negocios Internacionales en la Universidad de Sonora.

Además de salud y bienestar para el año nuevo 2021, encarecidamente rogamos a Dios por la unidad de los mexicanos.

Durante el año 2020, la disputa por la nación se intensificó, implacablemente se polariza el pueblo entre quienes están a favor o en contra del Gobierno, y en consecuencia, desunidos nunca progresaremos.

Ninguna institución propone una acertada Visión Económica, realista, factible, estratégica y viable que nos impulse con solidez para progresar.

Aunque muchos esperan que el “gran tlatoani” del Imperio Azteca, hoy líder de la Cuarta Transformación, nos resuelva por sí mismo, él solo, con una solución única e infalible, todos nuestros problemas.

Para ello, la unidad nacional es indispensable, pero vemos en redes sociales cómo se culpa a la pandemia del Covid, a los fantasmas del pasado, a espectros del equivocadamente llamado “neoliberalismo”, a la globalización, al cochinero que dejaron, y a otros extraños “masiosares” que tienen la culpa de que no progresemos, mientras la mayoría sigue de brazos cruzados esperando que el Presidente solito salve a la Patria.

Pero hasta la fecha no encontramos una estrategia eficaz efectiva y eficiente para establecer el Estado de Derecho sobre la impunidad, asesinatos, corrupción e inseguridad. De las prioridades del pueblo: salud, seguridad y economía, vemos el alarmante retroceso en estas demandas básicas de la población. Mientras el Gobierno intenta transformar, la deuda heredada exige que paguemos

2 mil millones de pesos de puros intereses ¡diarios!; y, con más de medio millón de asesinados y desaparecidos, nuestra Patria se baña en sangre y la Nación huele a pólvora, como nunca antes.

Arrecian disputas y pleitos entre fifíes conservadores contra chairos liberales, de fondo, intentan cambiar el régimen o sistema socioeconómico y político, como si el origen de la corrupción fuera

el modelo instrumentado antes, y que cambiando el sistema se resuelve todo lo malo. Pero olvidan la historia. Desde hace 80 años no hemos tenido permanencia ni

perseverancia en las estrategias económicas para crecer, progresar y avanzar al desarrollo. Cada sexenio cambiamos hasta los billetes y el protocolo de homenajes a la Bandera. México ha sido un país desunido y sin rumbo, dando drásticos virajes abruptos de un extremo a otro de la planeación económica.

Recientemente, de 1940 a 1970 éramos un país capitalista de economía cerrada. De 1971 a 1985, con economía cerrada, nos convertimos en una nación socialista cuando los principales factores productivos y agentes económicos pertenecían al Gobierno. En contraste desde 1986, al ingresar al GATT, nos volvimos la economía más abierta del mundo; y desde hace 38 años padecemos un sistema capitalista salvaje, de ultraderecha, dominado por un corrupto capitalismo entre compadres, la impunidad y consecuente corrupción de las peores en el mundo.

Y ahora, desunidos, rivalizamos debatiendo cambiar el sistema económico. En este sentido, nos expresó el Nobel Gary Becker, Monterrey 2002, en Congreso de Economistas, igual nos demostró

otro Nobel Eric Maskin, en Tijuana, Congreso 2007, afirmando ambos y otros, acertadamente que: “Lo que falla no es el sistema… es el mal Gobierno”, la corrupción, la no prevalencia de la ley; lo cual, es muy cierto en México.

En fin, dejémonos de pleitos, y no se hagan bolas; el sistema que debemos instrumentar lo establece la Constitución, y como en los mejores países del mundo, es el Sistema Mixto. Ahora bien,

respecto a la encarnizada polarización y recurrentes pleitos entre dogmáticos izquierdistas contra fanáticos derechistas, podríamos retomar aquel lema del Presidente Echeverría: “Para México: ni extrema izquierda ni extrema derecha… sino… arriba y adelante”.