La velación de ‘La Coyo del Güero’

El autor es Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.

Narcisa, vengo como cada año por algunos platos hondos y vasos que puedas prestarme para la velación - faltaba una semana para Navidad. ‘La Coyo del Güero’ salió en busca de lo necesario para recibir a la rezadora e invitados. ‘La Coyo’ era una de las anfitrionas que cada año daba la bienvenida, en su hogar, a los creyentes que desearan acompañarla para recibir al niño Dios el 24 por la

noche.

En una casa de adobe con piso de tierra, ‘La Coyo’ tenía un corredor (sala) donde preparaba lo necesario para el rezo. En el fondo, junto a la pared, había un nacimiento de características muy peculiares: todos los personajes estaban hechos a mano con tierra colorada (la misma que se usa para hacer comales) y posteriormente tatemados en una hornilla para que fueran resistentes y sólidos. Cada personaje era distinguido por su forma, ya que no tenían pintura alguna.

A las 8 de la noche hacia su aparición la cantora y rezadora que guiaba el ritual: ‘La Ramona Beto’, el respeto era primordial, las mujeres debían portar velo que cubriera su cabeza, así como una falda cuyo largo cubriera la rodilla.

Los invitados tomaban asiento en unas cobijas dispuestas sobre el piso de tierra recién regado para evitar polvaredas; así, iniciaba el primer Rosario de la noche; después, un intermedio para convivir, y cerca de las 22 horas el segundo rezo, acompañado de bizcochuelos de maíz blando (un maíz blanco deshidratado, molido y cernido) servidos en charolas de aluminio para que cada asistente tomara su porción con la mano; y para evitar un ahogamiento por galleta, un chorro de champurro caliente puesto en las tazas prestadas por la Narcisa.

Llegada casi la medianoche, se elevaban las súplicas con el tercer y último Rosario que daba la bienvenida al recién nacido entre cánticos y oraciones; aparecía ‘La Coyo del Güero’ con una cajita y en su interior una figura de 5 centímetros que había comprado años atrás a los periqueros, unos vendedores que llegaban a la capital del mundo en carretas jaladas por burros.

Ya que el último cristiano había besado y adorado la figura del Niño Dios, empezaba la celebración pagana - ¡Arrímense, ya está el menudo! - ‘La Coyo’, con el gran esfuerzo que ameritaban

sus grandes carencias económicas, había preparado una tina de tan sabroso plato cuya panza lavaba a mano con bastante cal.

Pasada la medianoche se despedían todos, los niños eran los más apurados, presurosos iban a sus casas y buscaban en sus tendidos una bolsa de “papel de despacho” repleta de cacahuates, una naranja, galletas de burritos (animalitos) y 2 o 3 dulces de esencia.

Los actos de fe popular siempre serán una fuente inagotable de alimento espiritual, que deben estar acompañados de un plato de menudo, tamales y otros potajes que sacien la necesidad de convivir, celebrar y llenar la panza.