Ejes paralelos

La autora es arquitecta, escritora, ilustradora y creadora de La Fábrica de Cuentos, Cuentos Personalizados.

Hace unos días llevé a mi hija pequeña a una caravana en la que habría estaciones navideñas en su recorrido. Se situaban a lo largo de una acera en una avenida amplia. De forma paralela, en la otra acera, se veían un montón de “casitas” de cartón descoloridas, remachadas con tablones y llantas rotas, construidas con toda la creatividad posible tal y como cada estación del lado contrario se decoraba.

Mi hija se extasiaba por el lado derecho con el barullo de la caravana, y a la vez, se emocionaba al ver a un niño junto a esas casitas, que portaba la sudadera de su escuela. -¡Mira mamá, mira, lleva

la sudadera con el número 3 como la mía!, ¿no le dicen nada porque se le ve la pompi?, ¿ese niño va a mi escuela? Luego, dejando su distracción, se enfocaba de nuevo en la caravana y saludaba a Santa, o se encantaba con un auto que llevaba nariz y orejas de reno, y me dio ternura.

¿De qué material está hecho el cristal de los ojos de un niño?, ¿cómo puede no ver las diferencias, los contrastes?, ¿en qué momento se van empañando las ventanas del alma, el cielo se torna gris o a las estrellas uno ya no voltea a ver?, ¿cómo sucede que la empatía se esfuma, la generosidad se disfraza, y el amor al prójimo se confunde?

Entonces, entre mis preguntas, escucho de nuevo la música de Piero: ‘La canción de la abuela’, para recordar que mi rostro es de arcilla, y así, recordar sonreír y encontrar la manera de empatizar  y tratar  de brindar a quien me rodea, vida de calidad, como la mía, porque me queda claro que quien no vive para servir, no sirve para vivir.

Sé que tarde o temprano un niño será un hombre que entenderá los conceptos de la vulnerabilidad y la necesidad, de la carencia, de la oportunidad. A lo largo de su camino se mantendrá en la acera de la derecha o de la izquierda según sus decisiones de vida, sus circunstancias, su proyecto, sus oportunidades.

Si es grande y crece en la generosidad y en la sensibilidad, comprenderá y aportará acciones positivas para el bienestar común. Por lo pronto, en su inocencia, va por el centro, como un

eje uniendo con sus manos los ejes paralelos.

Así, termino este espacio con una anécdota familiar, deseándoles lo mejor en estas fechas y cada día de sus vidas: Hace mucho, cuando mi abuela vivía, tenía una fábrica de dulces, de esos de antes, hechos en ollas de cobre y placas de mármol, espátulas gigantes y recetas secretas.

Esa fábrica “familiar” cerró y hoy en día sólo una vez al año, en Navidad, un tío continúa haciendo el antojo que más añoramos de aquellos dulces: pepitorias de cacahuate. A veces le pedimos que nos haga un punto o dos, pero siempre prepara de más porque sabe que antes de que las compartamos, nos las comemos, pues estas pepitorias te pican por su sabor tan particular.

También te pican los dientes, pero creo que a veces vale la pena. Con este dulce, hecho con tradición, en esa olla que te cuento -que cuando ves cómo se esponja el azúcar y todo lo que lleva- pienso que así debe esponjarse nuestro corazón en estos días navideños y todo el año, para llenar como las caries al diente, a todos los que nos rodean con ¡amor y calidez!

La autora es arquitecta, escritora, ilustradora y creadora de La Fábrica de Cuentos, Cuentos Personalizados.

ayalalirio@hotmail.com

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