Respira en 1…2…3…

La autora es licenciada en Mercadotecnia.

Cuando se habla de meditación, usualmente se sigue una línea de pensamiento dirigida a templos budistas, a sentarse en el suelo en posición de flor de loto y vestir túnicas de color rojo y anaranjado. Incluso se piensa inmediatamente en la repetición de mantras mientras se colocan las manos en posiciones “extrañas”, o en convertirse en veganos por siempre.

Sin embargo, el rango de opciones que tenemos para realizar esta actividad, es realmente diverso, sumamente flexible y se adapta a las preferencias y capacidades de cada individuo. La meditación puede ser un ejercicio de respiración, un momento de silencio, caminar unos minutos al aire libre, abrazar a un árbol o a un animal, ver el cielo, escuchar una pieza de música, incluso puede ser sólo cerrar los ojos por un par de minutos.

Me gusta pensar que cualquier actividad que nos permita estar conscientes del momento presente y de nosotros mismos, que nos obligue a un cambio de perspectiva, desacelerar el paso y respirar, podría considerarse como una forma de meditación. Meditar es una alternativa relativamente fácil y gratuita para tratar padecimientos cada vez más presentes en nuestra sociedad.

Está comprobado que meditar contribuye en gran medida a la disminución del estrés, la depresión y la ansiedad, también puede reducir la sensación de miedo. Por otro lado, al meditar se activan partes del cerebro asociadas con la empatía y la compasión, mejora la memoria, la concentración y contribuye a la estabilidad emocional y el estado anímico.

La sociedad y ritmo de vida actual nos coloca en una posición donde casi toda actividad tiene que realizarse no sólo en poco tiempo, sino también con la mínima cantidad de recursos posible. Los resultados tienen que ser perfectos siempre, lo que nos lleva a los padecimientos anteriormente mencionados, pues la perspectiva se vuelve más rígida, y a su vez limitada, y esto nos convierte en seres molestos, frustrados y tristes por la realidad en la que nos enfocamos.

Si lo pensamos bien, hemos sido nosotros mismos quienes nos hemos llevado a estas situaciones tan energéticamente agotantes y agobiantes. Nos hemos olvidado de nosotros mismos, de nuestra dualidad y de que la vida es más que la búsqueda de la perfección en todo ¿acaso no notamos que ya todo es perfecto? Queda fluir, admirar y apreciar más nuestra experiencia en este plano temporal y abrazar las perspectivas brindadas por las circunstancias que la vida misma, las personas y seres vivos en general nos brindan día a día.

Cuando observamos nuestro interior, la perspectiva del exterior cambia, pues nos damos cuenta de que todo es parte de nosotros y nosotros somos parte de todo y es ahí cuando nos volvemos más empáticos, respetuosos, honestos, solidarios y entendemos que cada ser vivo es una aportación a nuestra experiencia de vida, vivimos en constante abundancia y rodeados de la perfección sin notarlo, sólo hay que respirar, abrir nuestros ojos, amar y respetar la polaridad de eternamente ser y estar