Azul índigo

La autora es arquitecta, escritora, ilustradora y creadora de La Fábrica de Cuentos Cuentos Personalizados.

Desde aquí, mi casa, el cielo se ve azul índigo.

Brillan las estrellas.

Tirito por el frío de la noche y pido a cada astro que ya llegue por favor el tiempo cálido.

Mi día se tupió de “memes” que me hicieron reír, pero también temer.

Hoy fue un día largo pero dichoso.

¿Quién iba a pensar que esta situación de naturaleza divina nos pondría a pedir clemencia?

¿O es la naturaleza quien la pide?

Imploro con todo lo que puedo un final.

Me duele pensar en el caos, en la pérdida y en el miedo.

Y a la vez , este “encierro” sólo me lleva a agradecer por este reencuentro familiar tan anhelado.

Estoy con toda mi familia, como esas estampas ideales de “el papá, la mamá, los hijos, la mascota y la casita del árbol”.

Me empapo de noticias y consejos… trato de entender la causa de lo que pasa sin saber algo de Biología, más que estoy viva y sana, y a diario hago caso al experto en medio de la incertidumbre que nos depara.

Estamos en pausa.

Una pausa.

¿Una señal?

¿Una depuración de la naturaleza?

¿Una consecuencia del hombre?

No lo sé.

Sólo actúo como me corresponde por el bien mío y de todos.

Resguardados en el lugar más seguro, mi hogar, pero, ¿y los que no tienen?

Quisiera hacer más de lo que debo.

Conglomerar aquí a los vulnerables.

A la vez, escucho las risas de los vecinos.

Apenas me doy cuenta que tienen perro.

Mis hijos juegan.

Por esta pausa han quedado atrás sus diferencias.

Vuelvo a oír carcajadas puras de lo más simple que acontece.

Nos damos cuenta de que las pecas de mi hija se han intensificado.

En la tabla de medidas que estaba empolvada tras la puerta, se ha asombrado porque ha crecido dos o tres centímetros.

Tuvimos que leer de nuevo el instructivo de los juegos de mesa.

Las bicis tienen aire de nuevo.

La cocina tiene un aire cálido y está llena de aromas.

Platos sucios.

Este “reducido” espacio al que nos orilló la crisis, me doy cuenta que en realidad es enorme: alberga todo lo que conlleva el apoyo, la colaboración, la comprensión, la unión y la empatía.

Es un gozo, sí, pero también se acompaña de rezos y súplica al Divino quien bajo su dedo indica el porvenir de muchos que están viendo negro el cielo.

Que un suspiro no les basta para escuchar risas, pájaros, o estar en una guarida como la mía.

Pido por ellos. Por los de aquí, por los de allá.

Pido por todos aquellos que están dando su vida por salvar la de otros.

Por fin nos damos cuenta que somos iguales.

Ni pobres ni ricos, ni buenos ni malos, sólo hombres.

Esto que llegó para todos pronto habrá sido “temporal”, con el temor de que de nuevo surja otra contingencia.

Naturaleza divina.

Yo sólo pienso, ante la próxima… ¿seremos igual de responsables, y solidarios?

Espero que esto nos haya calado.

Que esta pausa nos haya hecho recapacitar.

Que pronto las ciudades vuelvan a cantar con su gente.

Que la naturaleza haya podido sanar.

Este reencuentro quisiera vivirlo siempre sin “eso” que nos volteó el mundo.

Pero con Dios, y con todos los nuestros, ...y con honor por quien haya tenido que partir hacia allá arriba… al cielo, al azul índigo.

La autora es arquitecta, escritora, ilustradora y creadora de La Fábrica de Cuentos Cuentos Personalizados.

ayalalirio@hotmail.com

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