Mis zapatos viejos…todavía aguatan

El autor es especialista en Desarrollo Sustentable

México como sabemos es un país rico en cultura y tradiciones, una de ellas es la elaboración del calzado, el cual, nos coloca dentro de los primeros 10 lugares de producción alrededor del mundo.

Según cifras del INEGI, durante 2017 se llegó a producir más de 260 millones de pares de calzado, de los cuales un porcentaje fue exportado a más de 60 países, siendo León la ciudad con mayor producción en el país, en la cual se producen alrededor del 70% del calzado mexicano, interesante ¿verdad?, pues desde una perspectiva económica, resulta muy llamativa y es algo digno de sentirse orgulloso, pero del otro lado de la moneda hay algo que desconocemos o ignoramos.

Quiero suponer que la mayoría ignoramos del gran impacto ambiental que genera la industria del calzado, siendo una de las industrias que más afecta y contamina en el mundo. Por si no sabían, de acuerdo a un estudio realizado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) fabricar un par de zapatos puede generar alrededor de 1.360 kilogramos de emisiones de dióxido de carbono, lo que equivaldría a tener encendido un foco de 100 watt durante toda una semana; hasta 23.3 Kg de CO2, siendo un poco más específicos, lo más alarmante de estos resultados es en realidad que el impacto ambiental que se genera proviene directamente de la fabricación y no de la obtención de los materiales, es decir de todo el dióxido de carbono producido, el 58 % correspondería a la fabricación de los componentes (lengüeta, piel, plantilla, suela, etc.), el 16% al empaquetado de fabricación, el 11% al montaje y acabado y solo el 6% a la distribución del producto final. Sabiendo lo anterior y te pones hacer matemáticas simples, podemos ver la cantidad de CO2 que se genera en México solo por la industria del calzado.

Y el problema en sí, no es la fabricación del zapato, si no que los procesos de elaboración no están diseñados con una ingeniería sustentable, y si le sumamos que la ubicación de los fabricantes se encuentran en países como China, donde la principal fuente de electricidad es el carbón, siendo más contaminante que otras alternativas, tenemos como resultado un aumento sustancial en el impacto ambiental. Además hay que tomar en cuenta que uno de las principales materias primas de la mayoría de los zapatos es la piel; un tercio de la piel empleada para la fabricación de calzado en todo el planeta, proviene de Brasil. Así pues tanto en México como en Brasil existen grandes predios donde se cría el ganado vacuno del cual se extrae la piel, los terrenos empleados son generalmente producto de una mala y muchas veces no planeada deforestación de los bosques y de la vegetación que se encuentra en los predios, logrando uno de los mayores peligros ambientales que acechan al planeta.

¿Y qué podemos hacer para cambiar esto?

Como lo he señalado en mis columnas anteriores, vivimos en una época marcada por el consumismo y el comprar zapatos se ha convertido en una actividad que regularmente realizamos independientemente de que no los necesitemos, simplemente lo hacemos al ver una oferta, para una ocasión especial o simplemente porque nos gustaron sin siquiera imaginarnos el impacto ambiental que la producción de los mismos pueda tener con el medio ambiente. Es por eso que de cierta manera podemos ayudar a evitar un mayor crecimiento de esta industria, simplemente realizando:

Un consumo responsable

Tener solo los pares de zapatos esenciales

Una donación de esos zapatos que ya no uses

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Alguna vez te has preguntado. ¿Cuántos pares de zapatos tienes? ¿Realmente los usas todos? ¿Sabes dónde y en qué condiciones se han fabricado? Espero que para la próxima vez que compres zapatos te acuerdes de esta nota.

El autor es especialista en Desarrollo Sustentable