Infidelidad emocional

El autor es L.R.I., profesionista independiente, analista político, consultor en MKT y especialista en asunto migratorios.

Tema por demás escabroso por todos los aspectos que encierra o engloba dentro de la esfera del matrimonio o de la relación de pareja y es muy poco tratado; al menos, echado de ladito.

Y no es para menos pues la perfección humana no existe, y ser virtuoso no es nada fácil pues presupone mucha fuerza de voluntad y constancia, entre otras muchas cosas.

En el matrimonio o relación de pareja se presupone el deseo, la intención y la voluntad de estar vinculado una persona con otra y que ésta -según la religión, cultura, tradición y leyes de su sociedad- se protocoliza mediante la celebración de una ceremonia que lo formaliza.

Sin profundizar en ello, esto básicamente es por dos motivos o sentidos: uno sociológico, que lo reconoce como la institución social sobre la cual se funda la familia y perpetúa la especie; y el teológico o religioso, en cuanto al establecimiento de una comunidad de vida.

Y por lo tanto, presupone principalmente, entre otras cosas, la fidelidad que deben tenerse entre ambos en aras de lograr el objetivo intrínseco de ello; lo que los hace ser leales y mantener su compromiso.

Por lo tanto, todo su pensar, decir y hacer ha de ir encaminado a ello.

No es fácil y queda claro todo lo que se ocupa para perseverar.

Su antónimo, se acostumbra asociarlo con el aspecto carnal, cuando alguno de ellos o ambos tienen relaciones sexuales con terceras personas.

Sin embargo, el bordado se cose más fino.

Es decir, la fidelidad es más amplia y profunda pues trasciende lo corpóreo llegando al espectro mental de los sentimientos y emociones.

Por lo que la infidelidad también se da en un engaño mental y afectivo y que al ir creciendo, invariablemente se pasa a lo carnal o a la dependencia emotiva.

Y nunca falta el roto pa’l descosido, que estando en un estado de vulnerabilidad por el motivo, causa o desavenencia que sea, se cruce en el camino (en el gym, en el trabajo o en el club) alguien (excompañeros, exparejas o una “nueva amistad”) en la cual de manera única o cotidianamente al tratarse comiencen a darse las “coincidencias” en gustos, aficiones y experiencias de vida, o bien, “sentimos” que nos “tratan y entienden” mejor y hacen buena cara, etc., de tal forma que nos hace sentir mejor o más “a gusto”.

Ahí es cuando comienzan a emerger las emociones empolvadas y se comienzan a revivir cosas olvidadas, nublándose sigilosamente nuestra mente que comienza a exaltar los pequeños detalles positivos de esa(s) tercera(s) persona(s) y contrario sensu, se magnifican los pequeños detalles negativos del cónyuge.

Es en este momento que se cruza o comienza a romperse esa línea delgada que separa la fidelidad de la infidelidad y que debe de cuidarse.

Pero ¿cómo detectarlo?, aquí algunas preguntas a modo de reflexión: ¿Qué tantas cosas le escondo u omito a mi pareja?

¿Sueño despierto con la otra persona?

¿Soy capaz de compartir o mostrar mi celular sin problema?

¿Comienzo a hacer comparaciones o valoraciones entre una y otra persona?

¿Siento monotonía o desaliento en mi relación?

¿Me siento más “conectado” con la otra persona que con mi cónyuge?

¿Me gusta y gozo con el galanteo provocador?

¿Exagero con la afabilidad en algunas personas más que otras?

¿Aprovecho el “ser” muy apapachador, besucón o piropeador para sacar provecho a mi placer libidinoso: quién quite y pega, no?

El autor es L.R.I., profesionista independiente, analista político, consultor en MKT y especialista en asunto migratorios.

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Red social: Julio Ibarrola Suárez