El duelo

El autor es L.R.I., profesionista independiente, analista político, consultor en MKT y especialista en asunto migratorios.

En psicología, se refiere al combate interno que la persona enfrenta ante un hecho que le causa un dolor emocional o sentimental muy grande o miedo y ansiedad en extremo a lo que vaya a pasar por ello, donde una parte de ella la acepta y la otra que la rechaza.

El ejemplo más común es la pérdida o ausencia –no necesariamente muerte- de un ser o algo muy querido. Y que se manifiesta de distintas maneras en las personas: depresión, tristeza, miedo, ansiedad, culpa, etc., todo un cóctel de sentimientos, algunos de ellos encontrados que conducen a la necesidad de adaptación a una nueva situación.

Alguna vez por ahí leí: toda herida, requiere tiempo para su cicatrización. Y así es, se pasan por etapas en ese proceso que se resumen en: 1. La negación: rechazo a lo sucedido, 2. El enojo: sentimientos de rabia, búsqueda de culpables, frustración, etc., 3. La negociación: se piensa demasiado buscando revertir lo sucedido, “el hubiera” si…, 4. La depresión: esa sensación de un profundo vacío y tristeza, y 5. La aceptación: que se explica por sí sola.

No necesariamente todas las personas pasan por esas etapas y en ese orden porque su manifestación varía en cada persona. Pero queda claro que el duelo requiere cerrarse, terminarlo porque la vida continúa ahora con una nueva experiencia.

Es necesario y razonable que se pase un cierto tiempo para ello. No es nada sano bloquear o impedir su cierre en nuestras vidas o estancarnos en ello.

Recordemos que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. En el entendido de que el primero es natural y consecuencia de una reacción emocional y física hiriente; pero el segundo, que es opcional, es cuando nos apegamos a ese dolor o no sabemos cómo manejarlo y seguimos cargando con el y que llega a convertirse en sufrimiento.

Lo anterior conlleva a no vivir con felicidad, a no vivir con madurez e impide nuestro crecimiento y desarrollo en todos los ámbitos: laboral, familiar, económico, amoroso y de amistad principalmente.

Y de ahí llega a mermar nuestra salud tanto física como mental. El desgaste mental y afectivo es muchas veces peor que el desgaste físico por ser algo intangible y que está en la psique de nuestro ser.

Por su misma complejidad, su atención y tratamiento es muy diverso y el tiempo para sanar y enfrentarlo –por ende- no es el mismo en las personas. Es necesario conocerlo y tomar conciencia de ello nos ayudará más a salir.

Para muchos no es ni fácil ni rápido salir de ello. Sin embargo, no hay que dejar de luchar en ello (de esforzarse). Recordemos que los golpes de la vida a pesar de que son duros, nos acrisolan y crecen como persona.

Si fuera el caso, no hay que dudar o tener miedo a buscar la ayuda profesional y espiritual correspondiente.

“No todas las tormentas o tribulaciones llegan a nuestra vida a perturbarla sino algunas a limpiar nuestro camino, a purificarnos” si sabemos llevarlas con rectitud de intención y habiéndoselas ofrecido al Creador.