El liderazgo verdadero

El autor es Maestro en Educación y profesionista independiente.

Hay infinidad de libros que nos hablan de cómo llegar a ser un buen líder.

No es una cuestión sencilla, porque todavía a la fecha existe la discusión metafísica de si el líder nace o se hace y sigue siendo tema de materias de maestría, doctorado, diplomados, y hasta cursos rápidos de superación.

Han existido muchos líderes en el mundo, y a algunos se les ha considerado genios.

El liderazgo conlleva el poder, y conocidos son los casos de lo que sucede cuando se impone lo segundo.

El caso más triste es el de Adolf Hitler, quien cedió a sus defectos de carácter para convertirse en uno de los líderes más sanguinarios y pusiera incluso en duda la calidad de la Humanidad sobre nuestro planeta.

Y no estaba solo: Se rodeó de personas igualmente enfermas por el poder; en su Círculo de Hierro estaban Himmler, Göring, Goebbels y Bormann.

Alrededor del mundo este escenario se ha repetido muchas veces, y varios nombres se han inscrito en la historia… unos para bien y otros no tanto; pero en todos los casos las condiciones han sido idénticas en cuanto a caer bajo los embrujos del poder.

De igual manera, la reacción de las sociedades ante esos líderes y sus grupos sigue siendo materia de estudio para sociólogos, sicólogos e historiadores, porque para los estudiosos resulta asombrosa la credibilidad social que alcanzaron.

La razón, la lógica y hasta el sentido común se ven superados en estos casos por el encantamiento del líder.

Y digo encantamiento porque pareciera que sólo la magia puede explicar la aceptación de la sociedad.

¿Qué pudo llevar a la sociedad alemana a creer en Hitler?, ¿a la italiana a creer en Mussolini?

La mercadotecnia política explica el aprovechamiento político de un contexto o una situación particular.

Hay quienes defienden la hipótesis de que Hitler no hubiera llegado a alcanzar tanta popularidad y aceptación social en Alemania de no ser por la propaganda diseñada por Goebbels.

La cuestión es que la sociedad misma a través de sus electores, es quien deposita la confianza en esos liderazgos, pero a la postre se desentiende del manejo del poder, en lugar de compartirlo, presionar y trabajar en conjunto para alcanzar un desarrollo social y beneficio común.

Si la sociedad se va a comportar así, ¿por qué elegirlos, entonces?

¿Porque no hay más?

Debiéramos darnos cuenta que el liderazgo lo llevamos nosotros, no ellos.

En alguna parte están las mujeres y hombres que, con espíritu de servicio a los demás, que desean enarbolar la bandera del destino de una nación, un estado o un municipio.

En mi perspectiva, juntos tenemos que aprender a cambiar las cosas si no es que deseamos repetir errores garrafales del pasado.

El autor es Maestro en Educación y profesionista independiente.

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