El arte de hacernos viejos sin miedo

La autora es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.

Alguna vez leí la frase “cuando eres joven aprendes y cuando eres viejo entiendes” ¿será que vamos por la vida tratando de prepararnos para esa etapa?

De jóvenes consumimos, ansiosos, todo lo que se pueda: libros, vivencias, lo material, espiritual, las personas, la vida.

Vamos a prisa queriendo lograr todo en distintas etapas, nos apura si -a cierta edad- no hemos cumplido con estándares categóricos.

Quizá pasamos demasiado tiempo preparando el futuro, hacemos planes: cuando sea viejo quiero esta casa para el retiro; cuando me jubile; cuando tenga tiempo por fin voy a hacer eso que me gusta sólo por “hobby”, cuando ya quiera descansar, etc.

Por lo general, esa guajira estabilidad tiene que ver con cuestiones materiales.

A menudo llegan personas mayores a solicitarme materiales y asesoría sobre cómo entretenerse en su tiempo libre restaurando un mueble, realizar manualidades, ejercer la carpintería o algún otro oficio en modo afición.

De un tiempo a la fecha imagino que lo ideal en la edad madura sería eso: un rato de estabilidad emocional, haciendo algo de lo que nos gusta, aún con fuerzas, energía y buena condición para disfrutarlo. Los panoramas pueden ser tan variables pero todos rebozan en ese sentimiento de tranquilidad en donde el tiempo se detiene mientras la imaginación motiva sus ideas y mueve sus manos.

A los ancianos les queremos atribuir características que derivan de la de paz, la sabiduría, mucho de la experiencia, algo de filosofía, una sensación de generosidad, entre otras.

Pretendemos que esa etapa de senectud sea de recuperar la armonía.

En la vida -porque así es ella- pueden surgir peripecias que exponen y desequilibran, entre otras variantes vitales, por ejemplo, la rapidez con la que estábamos corriendo sin darnos cuenta hacia esa vejez.

Justo ahí es posible que tengamos que hacer una forzosa pausa, hagamos un recuento de lo que estamos haciendo y dejando de hacer.

En la vida importa tanto lo que pasa como la forma en cómo lo valoramos.

A veces vamos más allá y nos vemos pensando en las limitaciones de una vida adulta, mismas que pueden ser físicas, quizá sean materiales.

En un cuadro general vemos cómo muchas veces se trata a los ancianos como personas que viven el final de sus días, desaprovechando así su individualidad y su historia personal.

Lo que sí se ve muy seguido es que sus dificultades o limitaciones los lleva a ser o más humildes o más intolerantes…

Quién sabe qué tipo de anciano llegaremos a ser, en caso de llegar.

Ahora ¿quién no ha utilizado la muy gastada frase “envejecer con dignidad”?

Cuántas connotaciones encierra, según idiosincrasia y contexto en el que se menciona, aunque sea dicha de “pasadita”…

Así también el término vejez sugiere varios hitos, a veces consideramos viejo a quien no tiene ganas de hacer las cosas, alguien carente de ideas, de productividad, ideas viejas, solemos decir.

El paso de los años nos aporta una experiencia y sabiduría singular que no se pueden adquirir de otra forma.

El tiempo y las experiencias nos dan los indicadores, así que debemos darle justo ese valor cada vez que avanzamos en la edad.

Dijo Marco Tulio Cicerón que “la vejez es la única cosa que llega sin tener que esforzarnos para conseguirla”.

¿Qué hago yo aquí hablando de la vejez?

Así se me da por especular cuando escucho de pasada la canción “Años”, de Pablo Milanés.

La autora es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.

CEO de i Latina Galería

@ilatinagalería