Reflexiones de una tarde de un día de cuarentena

El autor es Ingeniero Químico con Maestría en Dirección de Organizaciones.

Realmente no sabemos qué vaya a pasar, no sabemos si vamos a sobrevivir a esta pandemia; la mayoría de las personas piensan que es un evento temporal y de una cierta importancia, pero no tanta como para preocuparnos mucho, sólo tenemos que quedarnos en casa, tan fácil y tan difícil.

De repente pensamos, ¿por qué no salimos y hacemos las compras o algún ejercicio?, pero nos reprimimos en esas ansias de salir, de recuperar algo de lo que teníamos, de lo que considerábamos algo normal, convivir, disfrutar de la compañía de la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, las reuniones, los desayunos, las comidas con los amigos, y de repente…

No podemos hacerlo, el riesgo es alto.

Tenemos que seguir las recomendaciones de las autoridades, de la familia y del sentido común.

Sabemos que somos una carga para nuestros hijos (Dios los bendiga) porque es una lata estar atendiendo las necesidades de los adultos mayores de la familia, pero no tenemos alternativa, ya que por nuestra edad estamos en el máximo riesgo.

Pero la realidad es que la amenaza de esta enfermedad está presente y las estadísticas que nos presentan todos los días son escalofriantes, mayor número de contagios y de decesos todos los días.

Se está tratando de regresar a algún nivel de actividad porque la gente también puede morir de hambre, no se diga los pequeños y medianos negocios.

Escuchamos todo tipo de historias del personal de salud que se sacrifica por los enfermos de siempre y los adicionales que trae esta pandemia, la falta de suministros y equipo de protección, prácticamente los mandamos a la guerra sin municiones.

Luego nos comunican alguna estadística del número de contagiados y decesos del personal de salud, médicos, médicas, enfermeros y enfermeras que se enfrentan al maligno e implacable virus y nos impresiona porque son muchos y ellos siguen sin descanso cuidándonos sin importar el riesgo, Dios los Bendiga.

Hay otro grupo no menos importante, los que están en los laboratorios y centros de investigación médica desarrollando la vacuna y tratamientos que se necesitan para repeler este tenaz enemigo, trabajan a marchas forzadas tratando de acelerar los tiempos de desarrollo de vacunas, las cuales regularmente toman varios años y queremos que sean de meses porque la población mundial la está necesitando para ayer.

Reflexionando lo que estamos viviendo, es increíble que en pleno siglo XXI un virus que ni a microorganismo llega, tenga postrado a todo el orgulloso y soberbio mundo de las super tecnologías, los viajes espaciales, los armamentos apocalípticos y que materialmente no se sepa qué hacer.

Esta pandemia está dejando una gran lección a la humanidad, ojalá que la aprovechemos y meditemos en qué aplicamos toda nuestra creatividad y recursos, si en armamento o en vacunas.

Las consecuencias van a ser catastróficas, tanto en enfermos y decesos, como en empleos perdidos, empresas cerradas, menores ventas, proyectos olvidados y las economías del mundo van a tardar mucho tiempo en que puedan ver números como los que tenían el año pasado, que sin ser los mejores registrados, ahora nos parecen maravillosos.

Pese a todo, algo bueno va a quedar, la solidaridad, la empatía, la amistad y el cariño de los nuestros, pero lo más importante, la oportunidad de volver a empezar.

El autor es Ingeniero Químico con Maestría en Dirección de Organizaciones.

Actualmente Consultor Empresarial Financiero

Asociado a Pontifex Financieros S.C.

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