Educar para la Vida

La autora es profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte

El próximo 15 de mayo estaremos celebrando en México el Día del Maestro, como una forma de agradecer a todos los profesores su incasable labor en pro de la educación. Educar no es una tarea sencilla, sobre todo en el contexto actual, donde los profesores han tenido que migrar de manera abrupta a programas de educación flexible y virtual.

Es sumamente importante la labor que realizan los docentes para que niños, niñas y jóvenes adquieran conocimientos de las diferentes áreas del saber, pero hoy quiero centrarme en otro proceso de enseñanza, ese que no está en el plan de estudios, pero que es igualmente importante: el desarrollo de habilidades para la vida.

Jurjo Torres, en su libro “El curriculum oculto”, habla de que las instituciones educativas cuentan con procesos formativos que quizás no se encuentra en la currícula de materias ni en la oferta explícita que se hace el exterior. El concepto hace referencia a los conocimientos, destrezas, valores, actitudes y normas que se adquieren en los procesos de enseñanza-aprendizaje y, en general, en todas las interacciones que se dan cotidianamente en el aula y la escuela.

Esas interacciones son parte de la educación para la vida que ofrecen los docentes y que pocas veces es reconocida. ¿Quién no recuerda a aquella maestra que nos enseñó por primera vez a disculparnos por ser agresivos con la niña que se sentaba delante de nosotros? ¿Recuerdas a aquel profesor que te descubrió copiando en un examen y antes de llevarte a dirección fue capaz de tener una conversación contigo y mostrarte que puedes engañar a todos menos a ti mismo? ¿Quién olvida a aquella profesora que aunque sólo impartía una materia a nivel profesional siempre tuvo el tiempo de darse cuenta cuando un alumno se encontraba deprimido?

Los maestros rurales que se preocupan porque sus alumnos llegan a clases sin desayunar, las maestras que impulsan a sus alumnas a explorar la ciencia y la tecnología para que dejen de ser campos mayoritariamente masculinos o las directoras que se dan el tiempo de conocer la historia de cada uno de las familias de su comunidad educativa; todos ellos, educan para la vida, porque el buen maestro entiende que los estudiantes pueden olvidar lo que dijiste, pero nunca la forma en que los hiciste sentir y los aprendizajes con los que ayudaste a desarrollar habilidades para la vida.

Hoy, en algún lugar de este país, hay un doctor que trata a su paciente de manera tolerante porque una vez un maestro se atrevió a repetir 20 veces el procedimiento para resolver una misma ecuación; hay una periodista que no descansa hasta publicar la verdad, porque alguna de sus maestras le explicó que la verdad a veces puede ser dolorosa, pero que la mentira nunca es una opción; hay un abogado que es capaz de trabajar pro bono para defender a familias de escasos recursos, porque tuvo increíbles maestros que se preocuparon por conseguir libros gratuitamente en las editoriales, al conocer que su familia no podía costearlos.

Todo lo que somos y hacemos en nuestra vida está marcado por la labor de nuestros maestros y maestras. Desde aquí todo nuestro reconocimiento, gratitud y admiración. Gracias por los conocimientos, pero sobre todo, muchas gracias por todo aquello que nos enseñaron y que no era parte del plan de estudios. ¡Feliz día, maestros y maestras!

La autora es profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte y Directora de Agrupación George Papanicolaou Hermosillo.

@PaulaTakashima

paulatakashimaaguilar@gmail.com