Las tortillas ‘guachitas’

El autor es Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.

En el mundo hay dos tipos de mujeres, las que hacen tortillas grandes y las flojas que hacen tortillas medianas

¿Dónde quedan las que no hacen ninguna?

Quién sabe…

Pero ese era el razonamiento místico que delimitaba socialmente los tipos de mujeres en la Capital del Mundo, quizá tenían algo de razón.

Para preparar una tortilla de harina grande o de agua, se necesita: partir leña, atizar, amasar, extenderlas con maestría y torear el comal ardiendo mientras se ejecuta con la cocción; mientras que, para hacer la tortillas medianas se requiere encender la estufa y listo, dos “torteadas” y salió una tortilla que seguramente será candidata a transformarse en burrito; si, las tortillas medianas también tienen dignidad, y mucha, son las elegidas por Dios para ser portadoras de finas embarradas de frijoles puercos, papas guisadas o machaca con verdura.

Las tortillas medianas son las tortillas viajeras, las que por antonomasia entran en el campo semántico del “viaje” junto a las maletas, mochilas, visa, pasaporte y audífonos.

Las tortillas medianas guardan en su grosor promedio una característica que las diferencia de las demás: logran absorber las alegrías, tristezas y hambres de los viajeros para transformar un simple lonche en unos burritos paseados.

Las tortillas medianas son también las tortillas guachitas - leído y dicho con cierto grado despectivo que por media pulgada ralla en una falta de respeto a quienes viven en el sur del país, entendido esto como:

“De Guaymas para abajo”- Lo anterior tiene su argumento y comprobación válida: mi Tía Chú, radicada en el puerto mencionado anteriormente, preparaba esas tortillas y ese era el motivo para que mi nana tuviera tan acertadas teorías geográficas del arte culinario.

Otra razón para decirles “guachas” es que son la versión mejorada de las famosas tortillinas de la Tía Rosy (usted ya sabe cuáles) que, en su aspecto, sólo en su aspecto, se encuentra una conexión con la nostalgia, sobre todo para los norteños que radican en el verdadero centro-sur del país.

Dichas tortillas, creadas en 1976 por la panificadora más famosa de México, llegaron a la Capital del Mundo por allá en los noventa; el repartidor de pan tuvo el atrevimiento de colocar unos paquetes en el estante y le hizo un campito entre el pan integral, que también era el apestado de la época.

El momento fue histórico:

“¿Vistes que trajieron unas tortillas de harina enque la conachuma?”, “Ay, señor, cómo las harán”, “Se ven gruesecitas, ¿Serán como de manteca?”, “Ya las probamos, son una cochinada”, “Son de máquina, quién sabe qué tanta cosa les echarán”, en un santiamén su reputación corrió por las aguas de la cañada del cerote, que dicho sea de paso llevaba toda la suciedad del drenaje río abajo.

Después de escuchar tantos comentarios, tomé mi ‘domingo’ y compré un paquete, a punto ya de caducar, tomé una tortilla, la calenté en el comal, le puse mantequilla y mi mamá dijo:

“Qué feo huele eso mijito”, sin embargo, a mí me pareció un aroma peculiar y atractivo, me sentía culpable de ser el único que las había aprobado, cuando las comía sentía un placer culposo rayando en el masoquismo, el mismo que después descubrí en los tacos gringos de la campana.

Después de ‘ires y venires’ puedo asegurar que he comido peores tortillas de harina “artesanales” en otros estados de la República, incluso del norte, pero que no mencionaré para no herir susceptibilidades.

Algo sí queda muy claro, las tortillas guachitas son la salida fácil ante el acelere diario, pero una cosa es cumplir con el requisito y otra, ser cochino. Confieso, soy cochino a veces, sí me gustan las de la Tía Rosy, hay peores pecados en esta vida: cantar reggaetón, por ejemplo.

El autor es Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.

@chefjuanangel