Humanos: Las reglas cambian

La autora es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.

El otro día en la gasolinera un señor dice: “como le han hecho promoción al tema ese ¿verdad, oiga?, refiriéndose al tema Covid-19, y bueno, en cualquier contexto se cuecen habas, hay para todos, aunque le quieras sacar la vuelta nomás no se puede. Pero hablando de humanos y pandemias, voy a sacar un poquito mi lado ‘hippie’ en el que me gusta hacer reúso de materiales, objetos, en el que en la medida de lo posible me gustan las cosas que no contaminen para tocar este tema que es digno y merece nuestra atención.

Para una tercera parte de la población mundial ha sido eterno, pero resulta que mientras estamos confinados en nuestros hogares inventando cómo sobrellevarlo, cómo seguir siendo productivos, educar a los hijos, volvernos artistas, chefs e instaladores de cuánta cosa, hay otra población que está feliz de la vida: los animales libres.

La fauna está merodeando por donde antes era su hogar, la imagen de los felinos, esos que encuentran pavimento en donde había césped y nos perdonan, se recuestan y ronronean a sus anchas; también se hizo viral un video de un puma paseando por las calles de Santiago de Chile, en la zona del caribe mexicano se han dejado ver monos y algunas otras especies incluso en peligro de extinción que se acercan a zonas urbanas, algunos animales marinos que nadan hasta nuevas costas para ellos; las aguas más puras, más limpias, más transparentes o recuperadas en sus turquesas naturales.

Este virus nos ha costado caro, cobrando vidas, generando la angustiosa inestabilidad económica, crisis nerviosas y más entre humanos, pero la otra parte, la que el planeta agradece y te dice que no sólo los animales están radiantes, también el efecto se hace notar en la reducción de la contaminación del aire, el agua y la contaminación acústica… todo eso ahí afuera, y nosotros por ahora, no deberíamos estar para verlo.

Este virus ha presentado una paradoja, todos esos animales que se encontraban confinados por el temor a los humanos o por las infraestructuras invasoras de sus espacios naturales, y son ellos ahora los que salen de su aislamiento, se imponen sin temor, y nos dejan a nosotros los humanos dentro de nuestras infraestructuras y más paradójico aún, dentro de nuestros miedos.

Ahora lo que prosigue es que el efecto aislamiento nos descubra extrañando más a la naturaleza, valorarla con más ecuanimidad y nos deje alguna lección sobre cómo procurar, cuando llegue el momento de la salida, ya no repetir patrones inconscientes del desequilibrio. ¿Será posible que en esta nueva oportunidad haya una mejor relación entre los humanos y el medio ambiente?

La autora es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.

CEO de i Latina Galería

@ilatinagalería