El sentido del humor debe tomarse en serio

La autora es propietaria de i Latina Galería.

Hemos decidido aislarnos en la casita del pueblo de mi abuelo.

El pueblo es pequeño y está a una hora de la ciudad, mitad de carretera y mitad de terracería, llegas a esta zona donde ni si quiera es necesario recalcar una y otra vez las recomendaciones sanitarias como guardar distancia pues las casas están separadas algunas hasta con cinco metros y es muy probable que la siguiente esté deshabitada.

Además, no hay súper.

Hay dos pequeñas tiendas locales con los alimentos básicos, la gente consume de lo que produce, quesos, leche, huevos, sandía, elotes, calabaza y quelites, está por demás decir que todo es orgánico.

Hay una fábula que desde niña me tocó escuchar y habla de algo que pasó a un habitante de una pequeña milpa, aquel señor que vivía con su mujer, sus animales y sus siembras.

Una tarde, mientas araba la tierra, volteó al horizonte, horrorizado vio como una decena de indios se acercaban ferozmente agitando sus lanzas, no había manera ni de pedir ayuda, se avecinaba lo peor.

Los indios le incendiaron la siembra, destruyeron todo lo que encontraron, le robaron el ganado, deshicieron todo lo que estaba a su paso, lo golpearon, le robaron a su mujer arriba de un caballo y, por si fuera poco, desde lejos uno de ellos le arrojó una lanza que se le clavó directo en el estómago.

Pasaron unas horas para cuando los habitantes de ranchitos vecinos acudieron a auxiliarlo, ahí estaba el hombre, sentado bajo un mezquite.

Les relata todas las desgracias que le habían sucedido.

- ¡Dios mío!, tendremos que trasladarlo hasta el hospital de la ciudad para que le atiendan esa grave herida-, le dijo uno de ellos, pues seguía con la lanza clavada en el estómago.

- Oiga ¿y le duele mucho? – pregunta otra persona.

–No –responde él–, sólo cuando me río.

De niña no entendía mucho qué era lo que le hacía gracia a la gente que escuchaba el final si toda la historia era tragedia, pero bien, el humor para algunos es indispensable coraza para afrontar y salir adelante.

El pueblo está tranquilo, en las casas a veces ponen música, sueltan las carcajadas, a pesar de que de las pocas cosas que pasan en un pueblo tan pequeño como este es la celebración de Semana Santa; un poco de decepción no ha tumbado el buen humor de la poca gente que aquí queda.

Hay quienes han retomado la Cuaresma adaptándose a los cambios que la cuarentena les ha orillado a sostener, pues como todo pueblo chico las tradiciones son un móvil de actividades y celebraciones locales.

De los fariseos aún no se sabe nada.

Pero hablando de nuestros temas, el buen humor, las tradiciones y tomarnos las cosas en serio, hay una frase del libro de los Proverbios (17,22) que cita:

“Un corazón alegre es la mejor medicina; un espíritu abatido termina por secar los huesos”.

La autora es propietaria de i Latina Galería.

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