El impacto del coronavirus en la economía

El autor es director de Grössman Beyond Marketing, consultor en comunicación y Marketing.

La presencia del coronavirus o Covid-19 en China ha provocado una contracción del 2% en la producción manufacturera del país durante el último mes y ha causado ya una pérdida estimada en 50 mil millones de dólares a la economía mundial, revela un estudio divulgado este miércoles por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo.

China ha sido el mayor exportador del mundo y una pieza clave de las cadenas de producción global a lo largo de las últimas dos décadas. Es un proveedor fundamental de bienes y componentes de automóviles, teléfonos celulares y equipo médico entre muchos otros productos.

La súbita desaceleración de la actividad económica china debida a las medidas implementadas para la contención del coronavirus coloca su producción en este momento en el nivel más bajo desde 2004, con consecuencias mundiales que han llevado a los bancos centrales de varios países industrializados a bajar sus tasas de interés en días recientes para afrontar el embate, estimular la economía y contrarrestar el pánico en los mercados financieros, que registran una caída continua en este periodo.

Según los expertos de la dependencia de la ONU, el impacto económico del coronavirus dependerá de las medidas que tomen los países. La economista indicó que algunas industrias podrían encontrar proveedores alternativos, como México o Europa del Este, pero aclaró que eso requiere tiempo porque no sólo hace falta mover la producción de un país a otro, sino que, además, hay que construir infraestructura y diseñar una logística.

Coke-Hamilton reconoció, no obstante, que no está claro hacia dónde va la economía. Hay dos salidas posibles de las consecuencias económicas de la sacudida del nuevo coronavirus: la de costumbre, hasta la próxima crisis, y la de la asunción de un liderazgo político que enderece las fallas estructurales económico-sociales y económico-medioambientales de la economía mundial.

La opinión consensuada es que esta crisis tiene el potencial de alterar lo que fue una recuperación global titubeante, pero bien alineada, que se había establecido durante el segundo semestre de 2017, gracias a una serie de políticas encaminadas a anular las amenazas a una confianza económica renovada, lo que a su vez había sustentado una serie de pronósticos optimistas de crecimiento para los próximos años.

Desde esta perspectiva, si el brote es de corta duración, una combinación familiar de políticas monetarias (idealmente limitadas a recortes en la tasa del banco central pero posiblemente con algunas medidas menos ortodoxas para bajar las tasas de interés a largo plazo) y de estabilizadores fiscales automáticos deberían ser suficientes para salvar el día, con la recuperación asumiendo la forma de “V” que siguió, por ejemplo, la crisis provocada por el virus del SARS en 2003.

Sin embargo, si la crisis es más duradera, probablemente debido a interrupciones en el lado de la oferta de la economía a través de paralización de las redes de producción y márgenes de ganancias reducidos, las esperanzas de recuperación dependerán de inyecciones de liquidez más sostenidas y coordinadas por parte de los bancos centrales, políticas fiscales más activas y esfuerzos renovados para impulsar el libre comercio y la inversión extranjera.

En ese caso, la recuperación probablemente asumirá una forma de U, como ocurrió con las quiebras petroleras de la década de 1970, con algunas bajas económicas serias en el camino, pero con los principios organizativosde la economía mundial preservados… ¡hasta la próxima crisis!.

El autor es director de Grössman Beyond Marketing, consultor en comunicación y Marketing.

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