La rabia rumbo al 9 de marzo

La autora es profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte y Directora de Agrupación George Papanicolaou Hermosillo.

El próximo 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, fecha que nos recuerda la lucha histórica que como género hemos tenido para conseguir condiciones de equidad.

En el marco de esta fecha, se ha generado un movimiento a nivel nacional que propone marchar el día 8 de marzo y el día 9 hacer que se note la ausencia de las mujeres en la vida pública y familiar.

La consigna “El 8 todas marchamos y el 9 ninguna se mueve” ha tomado tal fuerza que empresas, universidades e instituciones públicas se han sumado.

El reto del día 9 es hacer un reclamo enérgico para que la sociedad entienda la importancia de poner un alto tajante a la violencia en contra de la mujer y los feminicidios.

Ante esta iniciativa, algunos estudiantes me preguntaban si iba a sumarme, y sobre todo cuestionaban por qué las mujeres sentimos tanta rabia en este momento.

Intentar dar respuesta a la pregunta me llevó a cuestionarme lo que significa ser niña y ser mujer en este país.

Cuando eres pequeña, te enseñan a comportarte e incluso aprendes que hay ciertas emociones que le son permitidas a tu género como la alegría y la tristeza, pero también te explican que la rabia “no es de niñas”; por lo tanto, no puedes demostrar todo lo que va en esta gama: rabia, enojo, frustración.

Cuando vas a la escuela, aún recuerdo que te explicaban que había que llevar short debajo de la falda, porque en un descuido podías mostrar “cosas” que no debías, y porque algún niño curioso podría levantarte la falda.

La responsabilidad de evitar este acto, caía siempre sobre nosotras.

Conforme fui creciendo llegaron consejos como “no debes andar sola”, “fíjate bien que abran tu bebida enfrente de ti”, “recuerda que si algo pasa debes gritar muy fuerte”; incluso recuerdo que al llegar a la universidad, mi madre me encargó con mi mejor amigo, porque por supuesto, vivir sola siendo mujer resulta más peligroso que siendo varón.

Y así pueden seguir miles de anécdotas donde como niña y mujer vas aprendiendo a cuidarte. Incluso cuando eres la víctima, socialmente siempre hay algo de carga sobre las mujeres: “¿cómo iba vestida? ¿a qué hora estaba en la calle?”.

Pareciera que la seguridad es un lujo del que no podemos gozar.

No quiero vivir en un México así.

No quiero darles a las nuevas generaciones de niñas cientos de recomendaciones para que puedan permanecer vivas, como si éste no fuera su derecho.

No quiero que las mujeres que vienen tengan que vivir con miedo, que la violencia se esté normalizando a tal grado que estemos renunciando al espacio público, a caminar por las calles, a elegir cómo vestirnos y cómo comportarnos.

Sí.

Estamos enojadas, porque hemos aprendido que la rabia también es una emoción que nos corresponde, porque el hecho de que nos estén matando con extrema violencia, sufriendo de torturas, mutilaciones, quemaduras y violencia sexual, no puede ocasionar otro sentimiento.

El 9 de marzo es una forma de mostrar que no estamos de acuerdo, que no podemos seguir educando a niñas y mujeres para que “aprendan a cuidarse”, que como sociedad somos responsables de garantizar un entorno donde puedan vivir y desarrollarse.

“EL 9 ninguna se mueve”.

La autora es profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte y Directora de Agrupación George Papanicolaou Hermosillo.

@PaulaTakashima

paulatakashimaaguilar@gmail.com

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